Gregorio Verdugo | Es la una y media del mediodía. El tímido sol de invierno y del mundo recién estrenado este 21 de diciembre de 2012 se desparrama sobre los naranjos ateridos de una calle del barrio sevillano de Nervión. El naranja vivo de la piel de sus frutos destella entre el verdor frondoso de sus hojas. Son árboles que llevan ahí muchos años y han visto pasar bajo su follaje y por el frescor de sus sombras en verano toda la vida de un barrio humilde y trabajador, construido en su mayoría por las propias manos de sus habitantes.
En la calle Mariano Benlliure, ya desde su desembocadura en la Avenida Marqués de Pickman, se divisa el pulular de un gentío a la altura de los números 43 y 45. Es un edificio de dos plantas, con sendas terrazas adinteladas en dos niveles diferentes, que muestra su fachada repleta de pancartas reivindicativas. En la acera de en frente, varios agentes de la Policía Nacional conversan junto a sus motos patrulla.
Se trata de cinco familias que incluyen 13 niños. Han ocupado el edificio de viviendas que se encontraba deshabitado y han decidido constituir una nueva corrala, una más, a la que han bautizado con el nombre de “Corrala La Esperanza”. A las puertas del bloque de viviendas, integrantes del Movimiento 15M se afanan en el trajín de proporcionar los enseres básicos para la subsistencia.
No paran de acercarse unos y otros a las rejas tras las que asoman los rostros —algunos de ellos con evidentes muestras de cansancio— de los ocupantes para preguntarles si disponen de agua, alimentos, mantas y ropa de cama o estufa. Con la información que obtienen realizan llamadas telefónicas a otros miembros del colectivo para buscar la fórmula logística que permita cubrir las primeras necesidades de las familias ocupantes.
Francisco San Martín Ledesma, portavoz de la corrala y del 15M Cerro Amate, nos cuenta bajo uno de los naranjos que flanquean la puerta que “legalmente” pertenece a una especie de “agencia inmobiliaria que es propiedad al 100% de La Caixa”, pero que está desocupado porque tiene “problemas administrativos” que impiden su puesta en valor.
Según relata, son familias que se encontraban sin vivienda. “Cada uno vivía donde podía y como podía”, por lo que “se reunieron, buscaron un edificio, lo han encontrado y se han metido en él”. Francisco, que afirma no haber visto el edificio por dentro, afirma que los ocupantes aseguran que “las puertas interiores estaban todas abiertas y únicamente tuvieron que abrir la de la calle, afortunadamente”. Nos confirma que las cinco familias son desahuciadas de otras viviendas que tenían, a las que “los bancos han echado” y que son todos “de la zona de Cerro Amate”.
Asegura que “aún no hemos recibido noticias ninguna de los propietarios” y que, tanto él como las personas que se encuentran en el interior del edificio, lo único que quieren es que “haya una negociación para un alquiler social, para un alquiler que esté al alcance de las fuerzas de estas criaturas”. Cuando se le pregunta por la respuesta que han obtenido de la policía allí presente, afirma que sólo les han pedido identificar a los de adentro “y le hemos dicho que no, que de momento no” a lo que los agentes del orden han respondido “que van a ir al juzgado a hacer el parte”. La única identificación que se ha llevado a cabo es la “abogada nuestra y la de un hombre, que es Antonio Buenavida, que es el que ha dado su nombre”. “Yo estaba lejos, hablando con otra persona —relata Francisco—, y cuando me di cuenta ya estaba él dando sus datos, si no se los hubiera dado yo, claro”.
No saben qué es lo que va a ocurrir porque en opinión de Francisco “eso es una cuestión privativa de la policía o del juzgado”, aunque asegura que los agentes les han dicho “que no nos van a desalojar”. Aún así él insiste en la duda, porque “yo no sé lo que ocurrirá cuando haya presiones sobre el jefe de policía o el juzgado decida sobre la cuestión”. De lo que sí está completamente seguro es de que van a tratar de resistir, porque “como dice el refrán, mientras hay vida hay esperanza. Vamos a resistir hasta el final”.
Tras la reja negra de la ventana de una de las viviendas de la planta baja se muestra el rostro de Teresa, una madre de dos hijos de mirada dulce y con cierto aire de tristeza, que muestra evidentes signos de cansancio y una sonrisa tras la que trata de disimular el calvario vivido hasta ahora.
Tiene una hija de diez años y un hijo de diecisiete que se encuentran en el interior de la vivienda. “Mi situación era de desahucio y ahora mismo estoy alquilada, pero me es imposible pagar el alquiler” —cuenta—. “Estamos cobrando la RAI, 426 euros, y pagamos 450 euros de alquiler y en enero también se nos termina la RAI”. Como la situación se ha convertido entonces en “caótica” y como “nadie nos da una solución y nos dicen que la tenemos que buscar nosotros, pues buscamos una solución y es que mis hijos tengan un techo digno”.
Con voz entrecortada y a la que le cuesta salir al aire exterior relata que esperan que “además de que nos den o nos puedan dar una vivienda digna para vivir con un alquiler social, no solamente para nosotros sino para todas las familias que se encuentren en la misma situación, que hay muchísimas, y peores también, que están viviendo en los ríos, en los puentes, en muchos sitios”.
Con anterioridad vivía con su marido y sus hijos “recogida por familiares en sótanos, en viviendas donde tuvimos que estar segregada la familia, separándonos de los hijos” y asegura que “estamos bastante mal psicológicamente ahora mismo y para dar este paso imagínate, bastante afectados”. El matrimonio lleva dos años en paro y sólo cuentan con la ayuda de la RAI “porque nosotros éramos autónomos. Teníamos un comercio durante diez años y con la crisis se vino abajo, tuvimos que dejar de pagar el alquiler y ya tuvimos que salir de la vivienda”.
Su voz atribulada atraviesa la frontera de la reja para asegurar que su periplo hasta aquí “ha sido durísimo, pero no es hasta aquí, es me parece todo lo que nos queda”. Sin embargo saca fuerzas de flaqueza para a afirmar con contundencia que tiene “muchísima esperanza, por eso el nombre de Corrala la Esperanza”.
La esperanza a la que se aferran cinco familias que padecen duras dificultades y que se ha instalado en una calle flanqueada de naranjos en el barrio de Nervión mientras que las fuerzas aguanten y la autoridad competente no ordene lo contrario.
Reportaje publicado en sevilla report.
2 comentarios:
mmmmmm....y si no es asi?y si no quieren pagar un alquiler?...y si el malo no es tan malo y el bueno tan bueno?...yo pago mi casa y no tengo para los reyes de mis hijos....espero que ellos tampoco puedan...sino.....aqui alguien es mas listo que yo....y eso me da mucha pena...me enseñaron a ser responsabl,no a exprimir la solidaridad...
Gracias por los artículos...
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