Sammy Lopez, ciudadano estadounidense
de origen mexicano será ejecutado en Arizona el próximo 27 de junio por un
asesinato cometido en 1986. El juez que dictó su condena no conocía sus
antecedentes de pobreza extrema y graves abusos infantiles, ni tampoco los
efectos que dichos hechos tuvieron sobre él.
El 29 de octubre de aquel año, el cadáver de Estefana Holmes, de 59 años, fue hallado en su apartamento de Phoenix. Había sido agredida sexualmente, apuñalada y degollada. Samuel Villegas Lopez, conocido como Sammy, de 24 años por aquel entonces, fue acusado de asesinato y condenado a muerte por ello. La condena fue anulada en 1990, pero el mismo juez volvió a condenarlo a muerte en una nueva vista de determinación de la pena celebrada ese mismo año.
En el primer juicio en 1987, Sammy
estuvo representado por un abogado que nunca había llevado un caso de pena de
muerte. En la primera fase del mismo, el abogado no presentó ninguna prueba y
tampoco testigos en ninguna de las dos fases. En una declaración jurada
realizada en febrero de este año, dicho abogado ha reconocido que en 1987 no
tenía “concepto alguno de las circunstancias atenuantes” y no llevó “a cabo
ninguna investigación al respecto”.
En la segunda vista de determinación de la pena, en 1990, lo representó por otro abogado que tampoco investigó los antecedentes familiares o la vida de su cliente. De hecho, el fiscal instó al juez a dictar condena de muerte diciendo: “¿En qué punto de la vida de este hombre, ya sea presente, pasada o futura, existe un elemento atenuante que lo redima socialmente de algún modo? No hay ninguno […] Pedimos a este tribunal que condene a este hombre a la pena más severa que la sociedad puede imponer”. Cuando se le pidió al abogado defensor que respondiera, dijo: “no hay ninguna redención social en el historial del acusado. Ojalá pudiéramos rebatir a Paul [el fiscal] sobre eso. Probablemente no podemos”. El juez condenó a su defendido a muerte de nuevo.
En 2006, el Dr. George W. Woods levantó
la liebre con un estudio social de 95 páginas que había elaborado sobre la
familia Lopez. En él proporcionó los detalles que el juez que dictó la condena
nunca escuchó sobre el "hogar terriblemente violento" en el que Sammy
creció y que le dejó "fuertemente traumatizado".
Su padre era "un alcohólico brutal
y cruel que golpeaba sistemáticamente a su mujer y sus hijos". Cuando se
marchó –él tenía unos nueve años-, llegó otro hombre a vivir en la casa, y los
abusos continuaron porque solía "aterrorizar [a Samuel] con armas".
Respecto a su madre,
su "propia infancia atroz, las múltiples veces que fue violada, las
agresiones físicas y el control coactivo de los hombres con los que vivía"
la dejaron "incapaz de asumir ni siquiera las responsabilidades más
básicas de la maternidad". "Al igual que muchas personas
traumatizadas", Sammy "buscó refugio del aislamiento, el rechazo y el
dolor que sentía en el consumo de drogas y alcohol", y como sus "síntomas
de trauma y depresión no se trataron, su adicción al alcohol, las drogas y el
disolvente fue en aumento".
Desde los 21 años, aproximadamente,
Sammy estuvo sin hogar, viviendo en automóviles, en el parque local y en un
cementerio. Las pruebas neurológicas que le realizaron en 2006 revelaron
"deficiencias neurológicas significativas, incluido un deterioro del
lóbulo frontal" y síntomas de síndrome de estrés postraumático. El Dr.
Woods concluyó que las deficiencias que sufría se veían agravadas en el momento
del delito a causa del consumo de sustancias.
Según el estudio del Dr. Woods, Sammy
creció en "profundas condiciones de abandono y pobreza" en una zona
de Phoenix, Arizona, que constituía una "comunidad segregada racialmente,
asediada por la delincuencia y plagada de violencia, reservada para la
industria de reciclaje de metal y las fundiciones, y poblada casi
exclusivamente por familias latinas que vivían en una pobreza
indescriptible".
En dicha comunidad, la familia Lopez
"destacaba como extraordinariamente pobre". Además, "el trauma,
el consumo de sustancias, la ansiedad, la psicosis y los trastornos de
temperamento que venían afectando a las generaciones anteriores lo ponían a él
y a su familia en un mayor riesgo de desarrollar trastornos similares".
Sammy, según escribió el doctor,
"vivió gran parte de su vida como un niño asilvestrado. Nacido con
deficiencias cognitivas […] los déficits neurológicos de Sammy aumentaron con
las palizas física y emocionalmente devastadoras, la paranoia, la pobreza, el
abandono y la automedicación con sustancias que destruyen la mente".
El Dr. Woods relató que "sufrió
una infancia de traumas, que llegaron a poner en peligro su vida", a manos
de su padre y de otras personas, y "los golpes, el abandono, el
aislamiento y el miedo alteraron su desarrollo normal". La
"constelación de síntomas, el ver cómo su madre recibía palizas
constantes, el recibir él mismo palizas constantes, el no saber dónde iba a
comer o a dormir, la paranoia extrema, las terribles pesadillas, la hipervigilancia
y la automedicación crónica y destructiva que Sammy desarrolló en respuesta a
los traumas infantiles concluyen en un diagnóstico de síndrome de estrés
postraumático".
Samuel Lopez "empezó a consumir
disolventes orgánicos, alcohol y drogas siendo aún niño en un esfuerzo por
automedicarse ante las abrumadoras respuestas emocionales que experimentaba a
causa de los traumas potencialmente mortales, y para cuando llegó a la
adolescencia era adicto a estas sustancias"; su dependencia de los
disolventes orgánicos continuó durante la edad adulta, hasta causarle
"cambios duraderos en el cerebro".
En febrero de 2012, Sammy firmó una declaración jurada en la que aseguraba no recordar nada de la noche del crimen: "No recuerdo haber estado allí o haber hecho ninguna de las cosas que la policía dice que hice. No puedo creer que haya podido hacer esas cosas terribles. Mi madre fue violada. Sé lo espantosa que es una violación". Su declaración continúa diciendo: "Siempre he lamentado lo que [Estefana Holmes] tuvo que sufrir esa noche y lo que su familia ha tenido que sufrir desde entonces".
Tras las dos primeras condenas, en 2002 la Corte Suprema de Estados Unidos resolvió que, según el protocolo de imposición de sentencia de Arizona, debían ser los jurados, no los jueces, los que determinaran la presencia o ausencia de factores agravantes. En 2004, la Corte resolvió que esto no se aplicaba retroactivamente a los casos -como el de Sammy Lopez- cuya condena de muerte ya se hubiera confirmado en apelación preceptiva ("directa").
Sammy Lopez era el sexto de ocho hermanos, según el informe del Dr. Woods, "nacidos en un entorno inestable, caótico e impredecible con unos cuidadores fríos, poco afectuosos, abusivos y distantes que estaban escasamente capacitados para manejar ni siquiera sus propias vidas". El mismo juez que lo condenó a muerte había presidido también el caso de pena capital, sin relación con el de Sammy, de dos de sus hermanos menores, acusados en 1985 de asesinato en primer grado a los 19 y 20 años de edad. El hermano de 19 años fue juzgado y condenado a muerte (más tarde conmutada por pena de prisión), y el otro a cadena perpetua tras declararse culpable. Los abogados que defendieron a Sammy Lopez durante el juicio conocían esos casos, pero en ningún momento trataron de que se pusiera a otro juez al frente del caso.
Sammy Lopez lleva en el "corredor de la muerte" la mitad de su vida. Cuando fue condenado por primera vez a muerte tenía 24 años, y su ejecución se ha fijado para tres días antes de que cumpla 50 años. La suya sería la cuarta ejecución que se lleva a cabo en el Estado de Arizona en 2012.
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