Algunos llegaron a pensar que porque era negro iba a dejar de se presidente de los Estados Unidos de América y no ha sido así. Al final, Obama no va a ser más que otro presidente americano, con sus guerras, su sistema capitalista a ultranza y su mismo fondo intangible de donde sacar dinero para que unos pocos, los de siempre, sigan pegándose la vida padre.
Todo dios esperaba un cambio, por mínimo que fuera, en el sistema, la verdadera causa de que estemos padeciendo los momentos tan cruciales que vivimos. Pero el sistema es mucho más grande que Obama y lo fagocita con la misma facilidad con que una boa constrictor engulle a un ratón de laboratorio.
Al final, en el más estricto sentido minimalista, todo se reduce a la fórmula de siempre. Unos muchos cargan con la losa pesada que provocan unos cuantos que viven como reyes, ahogados en fortunas inconmensurables y sin responsabilidades de las que rendir cuentas. Más de lo mismo. Se ve que el capitaliso salvaje que nos ha tocado vivir no trata por igual a quien lo sustenta que a quien lo impone de manera unilateral y es garante de sus desigualdades.
Lo único, eso sí, es que al menos la política internacional ahora tiene un toque más exótico, por aquello del color de la piel.
El cuento se vuelve a repetir una vez más. Qué otra cosa se podía esperar de uno más en la lista de los presidentes americanos.
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