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20 enero 2009

Ignacio Escolar responde


Con casi cincuenta y dos tacos a cuestas, dos hijos como dos soles, un divorcio, cerca de treinta años trabajando en una empresa insoportable e insostenible, un expediente disciplinario abierto con visos de eternizarse y aún sin tener dónde caerme muerto, pocas cosas pueden sorprenderme ya en la vida.
Sin embargo, un ejercicio de honestidad y transparencia como el que hizo ayer Ignacio Escolar, ex director de Público y brillante blogger, está siempre fuera de lo normal en los tiempos que corren y así hay que reconocerlo.
Nacho tiene una prosa como pocos, es un periodista de raza, como definí aquí un día a Juan Varela –otro que tal canta-, y ha salido tan airoso de su destitución como director del periódico del ala izquierda del poder, como salió de su nombramiento. Toda una habilidad la suya.
Probablemente, Nacho no ha contado todo lo que sabe, ni falta que hace, pero ha ejercido de periodista incluso cuando le han cesado –nobleza obliga- porque se ha dignado contestar a la mayoría de las preguntas que le hemos hecho los lectores de su blog, Escolar.net. Un ejercicio de sencillez poco frecuente que debería convertirse en una práctica más habitual entre los profesionales de los medios.
La verdad completa no siempre radica en lo que se cuenta, sino más bien en lo que se calla. Pero es que hasta para eso hay que saber; hay que saber callar y decirlo cuando los cánones del análisis del discurso periodístico aconsejan, es decir, cuando los demás sienten ardorosos deseos de que lo digas. Y Nacho sabe callar mejor que nadie, de casta le viene al galgo.
Lo que es indudable es que Nacho ha hecho lo que sabe, periodismo. Ha sabido contentar esas expectativas que levanta siempre la noticia que por inesperada nos supera. Ha trascendido y ha sabido transformar como pocos algo en esencia negativo, como es que a uno lo cesen de lo que estaba haciendo, en una circunstancia positiva capaz de generarle nuevas expectativas. Y ha hecho muy bien, qué carajo.
Tan sólo hay una cosa en la que discrepo con Nacho en toda su exposición de motivos: todos los políticos sí son iguales, son políticos, un animal muy diferente en esencia a lo que se supone debe ser un periodista.
El político no es ni mejor ni peor porque atienda con honestidad a nuestras necesidades informativas. El político siempre es político y rara vez se mueve por algo distinto a sus propios intereses. Puede haber afinidad, no digo que no, pero siempre permanecerá bajo la sombra del tupido velo de la opacidad de la política lo que un día entendimos por sinceridad. Porque el político, cuando se manifiesta, siempre lo hace por la boca de lo público, y eso impone oye. No digo yo que no los haya honrados, si me apuras estoy dispuesto a jurar por mis antepasados neardentales que la mayoría lo son, sino que entre ellos impera una suerte de relativismo que a veces desorienta y la más veces confunde.
Pero esto no quita para que se le reconozca a Nacho lo que es del César, que no es sino haber sabido convertir un contratiempo en una clamorosa victoria. Y además, va a ser padre.
Como no puede ser de otra manera, desde aquí le felicitamos por ello.

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