La encontré cuando hurgaba en un contenedor de basuras, aplastada bajo bolsas malolientes y desechos en descomposición, enrollada sobre sí misma y aparentemente seca, mimetizada entre la podredumbre, en la ancestral postura fetal que adopta desde el origen de los tiempos, para sobrevivir a las penurias y adversidades más crueles.
Desde el primer instante que la vi, me fascinó, porque comprendí de inmediato, en un momento de iluminación única, que estaba ante un ser capaz de resistir el envite de todas las batallas, de todos los naufragios que en el mundo han sido, alguien como yo, un superviviente puro con una costra imborrable de realidad curtiéndole la piel.
Cuando contemplé su estado de abandono, consecuencia del despecho y el desprecio de los mortales, me cercioré de nuevo que mi aseveración de que el hombre es el único animal que es capaz de hacer de la estupidez una ley de pervivencia de la especie, puesto que sólo el desconocimiento y la ignorancia más absoluta pueden ofrecer explicación al hecho de que se deshagan de una maravilla de la naturaleza tan exclusiva y especial, como es una rosa de Jericó.
Esta planta es una peregrina incansable del desierto, por cuyas arenas viaja solitaria a lomos del viento árido y seco, adoptando una estrategia de supervivencia tan original como magistral. Viaja enrollada como una oruga a la defensiva, tan seca que pareciera estar muerta, y sólo necesita la humedad del rocío del alba recogida con maestría por sus ramas yacientes para resucitar cada día.
Su lugar de origen parece ser Siria, según la teoría de los maestros Babilonios, desde donde se extendió a los desiertos de Arabia, Egipto, Palestina y las riberas del Mar Rojo. Su nombre no se debe a que crezca en la ciudad de Jericó, sino a que comerciantes de dicha ciudad la traían desde lugares lejanos imantados por su hálito de leyenda.
Cuando florece se desprende de las hojas y sus ramas se curvan hacia su centro y le otorgan la forma de una cochinilla en actitud de defensa, dejándose arrancar del suelo por el viento del desierto, que la arrastra a su merced, y adoptando su identidad de viajera incansable, peregrina de arenas infinitas, que recorre las estepas y desiertos ignorando las fronteras ilusorias que trazan los hombres en sus mapas irreales.
Así puede permanecer décadas, agazapada en su identidad funeraria de mentira, hasta que la humedad de la mañana vuelve a abrirla y hace que recobre su prestancia natural, extendiendo de nuevo sus ramas, ofreciendo sus frutos y dispersando las semillas, para continuar arrastrándose por este mundo de mierda por los siglos de los siglos.
Desde tiempo inmemorial ingresó el territorio de la leyenda por méritos propios, porque tiene la extraña cualidad de despertar el látigo de la superstición en la mente egoísta de los mortales, siendo utilizada desde oráculo para parturientas a poder extraterreno que ahuyenta las malas influencias y atrae la paz, el poder y la abundancia. Incluso se cree que mantuvo una amistad de ida y vuelta con el que finalmente acabó siendo considerado como el Mesías salvador; Jesús, el hijo de José y María.
Desde entonces la conservo en mi guarida, no porque sea devoto del fetichismo provocado por la ambición de los hombres, sino porque me bastó una sola mirada para percatarme que todo su misterio original radica en su belleza celestial y en su capacidad de adaptación a ambientes hostiles y que, como yo, ella siente el correr por sus venas del orgullo de las estirpes que sobreviven sin reparos a la estupidez inmemorial de los humanos.
Desde el primer instante que la vi, me fascinó, porque comprendí de inmediato, en un momento de iluminación única, que estaba ante un ser capaz de resistir el envite de todas las batallas, de todos los naufragios que en el mundo han sido, alguien como yo, un superviviente puro con una costra imborrable de realidad curtiéndole la piel.
Cuando contemplé su estado de abandono, consecuencia del despecho y el desprecio de los mortales, me cercioré de nuevo que mi aseveración de que el hombre es el único animal que es capaz de hacer de la estupidez una ley de pervivencia de la especie, puesto que sólo el desconocimiento y la ignorancia más absoluta pueden ofrecer explicación al hecho de que se deshagan de una maravilla de la naturaleza tan exclusiva y especial, como es una rosa de Jericó.
Esta planta es una peregrina incansable del desierto, por cuyas arenas viaja solitaria a lomos del viento árido y seco, adoptando una estrategia de supervivencia tan original como magistral. Viaja enrollada como una oruga a la defensiva, tan seca que pareciera estar muerta, y sólo necesita la humedad del rocío del alba recogida con maestría por sus ramas yacientes para resucitar cada día.
Su lugar de origen parece ser Siria, según la teoría de los maestros Babilonios, desde donde se extendió a los desiertos de Arabia, Egipto, Palestina y las riberas del Mar Rojo. Su nombre no se debe a que crezca en la ciudad de Jericó, sino a que comerciantes de dicha ciudad la traían desde lugares lejanos imantados por su hálito de leyenda.
Cuando florece se desprende de las hojas y sus ramas se curvan hacia su centro y le otorgan la forma de una cochinilla en actitud de defensa, dejándose arrancar del suelo por el viento del desierto, que la arrastra a su merced, y adoptando su identidad de viajera incansable, peregrina de arenas infinitas, que recorre las estepas y desiertos ignorando las fronteras ilusorias que trazan los hombres en sus mapas irreales.
Así puede permanecer décadas, agazapada en su identidad funeraria de mentira, hasta que la humedad de la mañana vuelve a abrirla y hace que recobre su prestancia natural, extendiendo de nuevo sus ramas, ofreciendo sus frutos y dispersando las semillas, para continuar arrastrándose por este mundo de mierda por los siglos de los siglos.
Desde tiempo inmemorial ingresó el territorio de la leyenda por méritos propios, porque tiene la extraña cualidad de despertar el látigo de la superstición en la mente egoísta de los mortales, siendo utilizada desde oráculo para parturientas a poder extraterreno que ahuyenta las malas influencias y atrae la paz, el poder y la abundancia. Incluso se cree que mantuvo una amistad de ida y vuelta con el que finalmente acabó siendo considerado como el Mesías salvador; Jesús, el hijo de José y María.
Desde entonces la conservo en mi guarida, no porque sea devoto del fetichismo provocado por la ambición de los hombres, sino porque me bastó una sola mirada para percatarme que todo su misterio original radica en su belleza celestial y en su capacidad de adaptación a ambientes hostiles y que, como yo, ella siente el correr por sus venas del orgullo de las estirpes que sobreviven sin reparos a la estupidez inmemorial de los humanos.
12 comentarios:
¡ OlÉ !
Yo tenía una. La historia es que tienes que ponerla a la entrada de tú casa en un recipiente con agua que la cubra totalmente. La primera semanana cambia el agua cada día y después cuando se ponga negra (el agua). Aleja la negatividad.
Si echas algunas monedas nunca te faltará el dinero...
...aunque tampoco es que vaya a sobrarte.
A mí se me secó al mudarme y la enterré en la parcela, no sé dónde.
me ha encantado este post. no creo que pudiera escribir algo así sobre una planta. me ha gustado.
Buenas noches. (seguiré leyendote)
Raúl Rodríguez: Breve y contundente, amigo. Gracias por pasar.
Pani: Bienvenida la información, seguro que contribuye a incrementar la leyenda. Lo de las monedas lo veo más complicado, las necesito para conseguir la botella.
Tómate algo.
Perséfone: Bueno, cuando la descubrí me surgió la idea, depués sólo fue cuestión de desarrollarla. Me alegro que te haya gustado. Gracias por venir.
Me gusta la analogía con la supuesta capacidad de algunos, privilegiados, para replegarse y rodar hacia donde el viento quiera, abriéndose luego para volver a empezar como si nada hubiera sucedido.
Muy bonito, si señor. Seguiré pasando por aquí.
cobak: es lo que vulgarmente se conoce como veleta, siempre en la dirección en que el viento sople. Gracias por pasarte.
querido jack, soy hiperselctiva con la gente y sobre todo con lo que leo, no me gusta casi nada y estoy saturada de todo, pero investigo casi todo por si algo encuentro, como tu, en el fondo de las botellas, sobre todo en las de agua,por ser más transparentes.
Me gusta lo que dices es bonito, es dulce y es bello.
creo que, si me lo permites, te leere post de vez en cuando, mi tiempo, lamentablemente, es escaso.
Un beso y me encanta haberte conocido a través de una rosa de jerico (una rosa del desierto que con una sola lagrima de rocio (pongamos una mirada de amor ó de cualquier otra cosa) vuelve a vivir.
Sinsol
Hola Jack hace unos días leí lo de La Rosa de Jericó tan hermosa que encontraste en un contenedor de basuras pero no pude escribirte ese día.
Seguramente la encontraste porque las cosas bonitas coinciden solo con las cosas bonitas.
Me encanta la flor, me parece muy original y has escrito cosas lindísimas escribes muy bien.
Antes te he dejado algo y espero que tu ánimo esté mejor respecto de lo de Puerta, discúlpame mi torpeza de no visitarte antes para darte el pésame y compartir contigo. Te visitaré más seguido en mi tienes una amiga. No bebo Whiskey pero me tomaré todos los chupitos para brindar y por Puerta para que esté en un sitio fabuloso. En este momento estoy temblando de frío, es de madrugada y tengo 2 jersey's puestos y estoy tiritanto pero no quiero irme a dormir sin escribirte. Y es que vivo en un lugar que si hace frío no existe la calefacción porque no es clima frío y no se acostumbra, pero me estoy quedando con los dedos congelados.
¿Me comprendes? espero tu comprensión, y que entiendas mi torpeza, pero es porque no te veo y no se qué hacer a veces no se, no se. Vivo un poco de intuiciones. Me encuentro en mayor desventaja que tu, te lo aseguro.
A tu salud y a la de Puerta. Vendré más despacio a diario. Un beso grande.
Sinsol: viniendo de í, esas palabras empujan más que un chupito de mi güisqui preferido. Gracias por pasar.
Uma: se bienvenida y escribe cuando y lo que quieras, te leeré con atención. En cuanto a lo de Puerta, hay que seguir viviendo, aunque a veces nos joda. Gracias por comentar.
Hermosas son las rosas del desierto, cuando las ví en pleno desierto creia que era un espejismo, pero no, son un autentico oasis.
Un beso y un chupito.
morgana: tú lo has dicho, un oasis en mitad de la nada (aunque la nada esa tampoco es moco de pavo)
ya ves...estoy leyendo cosas tuyas anteriores a cuando te descubrí ese día en una esquina cogido a tu botella.
Tengo que decirte que es un texto precioso que dice exactamente lo que hay que decir sobre una rosa de Jericó: las personas podemos ser rosas de Jericó.
Sigue explicandome cosas...
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