En Sevilla hay una calle dedicada a José María Osborne, hijo del fundador de la cervecera Cruzcampo, que se unió a las huestes de Queipo de Llano a las 2 de la madrugada del 19 de julio de 1936 poniendo a su disposición su persona y su avioneta. A partir del 25 de ese mismo mes, José María Osborne comienza sus servicios a la causa realizando 48 de enlace y 68 de guerra, entre ellos un mes de vuelos nocturnos, especialmente sobre D. Benito y Villanueva, así como los que ejecutó más tarde siendo piloto de un Junkers, en la escuadrilla de las Marías, sobre Madrid, Arganda y Brunete.
Hace pocas fechas, a instancias de una demanda interpuesta por su sobrino, el abogado Enrique Osborne Isasi, el Juzgado de lo Contencioso Administrativo nº 2 de Sevilla ha resuelto restituir el nombre a la susodicha calle que el Pleno del Ayuntamiento aprobó quitar en febrero de 2009.
El historiador Francisco Espinosa Maestre, en una columna publicada hoy por el diario Público, analiza y se sorprende de los argumentos utilizados por el juez para basar tal decisión. No le faltan razones para ello.
Lo más escandaloso del caso es que, en realidad, la calle jamás dejó de tener tal nombre, como denunció en su día Ángel Munarriz en Público. En palabras de Espinosa “puro esperpento”, tratándose como se trataba de un gobierno formado por las coalición de PSOE-IU. Dos años y medio sin hacer cumplir un acuerdo del pleno. Una verdadera comicidad.
José María Osborne Vázquez era uno de los pilotos del Aero Club de Sevilla con sede en Tablada. Los pilotos del Aero Club se sumaron al golpe militar desde el primer momento y participaron “en los bombardeos que prepararon el terreno a las columnas facciosas enviadas por Queipo sobre los pueblos del suroeste”.
“Los efectos sobre las poblaciones de los bombardeos realizados por los pilotos del Aero Club desde los primeros días fueron parte esencial del plan de terror inicial proyectado e impuesto por los golpistas”, cuenta Espinosa.
Osborne murió en acción de guerra a finales de 1938, cuando su avión fue derribado en Tudela del Segre, Lleida. En octubre de 1948 se le erigió un monolito en los jardines del barracón de Tablada, junto a otros pilotos del Aero Club “caídos por Dios, la Patria y la causa del aire”.
A pesar de ello y de manera increíble, el juez José Luque Teruel entiende que “la mayoría de los sevillanos probablemente asocien el apellido Osborne a (…) las referencias que el apellido pueda sugerir (bodegas, vino, toros, etc.)”. Y sobre tales razonamientos sustenta el fallo.
No deja de resultar curiosa la facilidad con la que interpreta el juez la memoria de “la mayoría de los sevillanos” en relación a las probables asociaciones del apellido Osborne. El mismo margen de probabilidad tendría entonces la asociación inversa, ya que dicho apellido, tan emprendedor y bodeguero, también apareció involucrado a comienzos de 1982 en las violentas acciones perpetradas por bandas ultraderechistas en Sevilla.
En esto de la memoria no nos vamos a aclarar nunca, sobre todo ahora que esta sentencia visionaria ha determinado que tiene dos caras opuestas.
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