Ni perdón, ni olvido, porque hay cosas en las que la dignidad humana no puede ser vilipendiada impunemente. No cabe perdón en un acto innecesario e inútil que pisotea sin miramientos las esencias más íntimas del ser humano, quienes son capaces de llevar a cabo una acción así no pueden ser consideradas personas, no tienen la altura moral necesaria para alcanzar la categoría de seres humanos. Tampoco cabe el olvido, porque nos degradaría hasta la animalidad más salvaje, porque el olvido asesina la enseñanza y el ser humano es sobre todo una maquinaria perecedera que no cesa nunca de aprender en su trayecto vital. No se puede olvidar cuando se desprecia la vida de un compañero sin justificación alguna. Ahora es la hora de la justicia, de que la justicia de los hombres ponga en su lugar a cada uno de los que tuvieron algo que ver en el miserable acto de tronchar una vida en su esplendor y plenitud de manera gratuita e injusta. Espero paciente que la justicia cumpla su cometido, porque sólo así sentiré en mi interior con toda su fuerza la presencia de José Luis aleccionándome para continuar luchando por la vida.
Ya hace dos años, aún continuamos a la espera. Pero no desistiremos.
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