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25 agosto 2010

Perder el miedo

Sólo podemos perder el miedoreza en un cartel anarquista que llama a la huelga general indefinida ante el fraude que supone una crisis generada por un sistema que se alimenta del esfuerzo y la explotación de los más débiles, para que unos cuantos listillos se froten las manos y llenen a espuertas sus bolsillos.

Y no les falta razón, porque basta darse una vuelta por la actualidad reflejada en los medios de comunicación para percatarse de que aquí, como en aquellos juegos colectivos de juventud, cada uno “va a su bolsa”, sin que el interés general importe un pepino, y aunque para ello se tenga que caer en las más abyectas contradicciones e incluso abrazar a la mentira misma. Conocer los entramados de la verdad ya no es tan imprescindible como cocinar un discurso plegado a determinados intereses en el que la opinión de la ciudadanía poco o nada tiene que decir.

Perder el miedo al propio miedo que provoca que, mientras una ciudad como Sevilla se desangra a causa de una infinidad de problemas que crecen día a día a un ritmo vertiginoso, sus representantes políticos se divierten con el juego de las acusaciones cruzadas sobre si yo llegué antes que tú y tú te has cabreado y has hecho que me estropeen la foto, oye, que ya sabes lo que cuesta organizar un tinglado como éste para que te lo jodan a última hora.

Un sublime esfuerzo por eternizar un inútil culebrón de verano, mientras los proyectos se hunden en los retrasos y se continúan pagando sobre costes a cargo del bolsillo de los ciudadanos. Una realidad que se repite una y otra vez ante el espasmo estival de los sevillanos, que no logran salir a flote de su incredulidad.

Ante este panorama desolador, perder el miedo sería de lo mejor que le podría pasar a la ciudadanía. Porque debe ser el miedo y su velo de sombras lo que nos impide la lucidez necesaria para librarnos de tanto inútil y tanto incompetente.



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