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06 julio 2010

Periodismo guerracivilista

Resulta más que curiosa la radicalización progesiva del discurso del diario ABC de Sevilla a medida que se van acercando las municipales del año que viene. Tan sólo es necesario efectuar un seguimiento a los artículos que pare a diario este paladín de la tradición más rancia e inmovilista para comprobarlo.
Que el ABC de Sevilla dirige la flecha envenenada de su línea editorial a la diana de llevar en volandas al candidato conservador, Juan Ignacio Zoido, hasta el sillón de la alcaldía de la ciudad no es nada novedoso ni tampoco ilegítimo, todo lo contrario, se ha vuelto ya una costumbre en la tradición de la prensa y, en buena medida, en una de las causas de su permanente y progresivo declive.
Pero una cosa es la crítica legítima y la defensa más o menos encubierta de una opción política y otra muy distinta es opinar mediante herramientas rayanas en el insulto y practicar un periodismo guerracivilista, que busca más la crispación y la confrontación que influir en la opinión pública en un determinado sentido.
Esta evolución preelectoral de un medio tan clásico en nuestra ciudad se hace evidente cuando en sus artículos comienzan a aparecer como por arte de magia términos utilizados peyorativamente, cuando no como insultos directamente, tales como "totalitarismo", "comunista" y otros similares.
Se puede estar o no de acuerdo con la restricción del acceso del tráfico al centro de la ciudad, pero de ahí a calificarlo como una decisión al estilo de Lenin va un trecho demasiado grande y demuestra una manera de pensar tan censurable como lo que se pretende criticar.
Y para muestra un botón. En su articulo de hoy, titulado "Hay que aislar el centro", Francisco Robles escribe lo siguiente:
"Matar al centro es el objetivo de los que reducen la ciudad a un territorio electoral. El centro es el depositario de esa Sevilla que no controlan los que la gobiernan. Quieren una ciudadanía alejada de las cofradías, de la historia, de la sentimentalidad, de lo tradicional, de todo aquello que no va con ellos. Una Sevilla de barrios aislados, de barriadas estructuradas en torno al campo de fútbol de césped artificial, de la asociación de vecinos que controla al personal y cambia el pan y circo de los romanos por la cabalgata y el ambigú. Una ciudad desvertebrada que se vertebraría en torno a los partidos políticos dominantes. Por eso hay que aislar ese centro al que los votantes no tienen por qué acudir. Como le espetó —más bien se lo esputó— Lenin a Fernando de los Ríos cuando le preguntó por la libertad en el régimen soviético: ¿ir al centro para qué? Muchos peatones y coches oficiales. Cualquier parecido con la Rumanía de Ceaucescu es pura casualidad. O no…".
Hombre don Francisco, que a usted no se le puede presuponer ignorancia de letras, y me parece una falta de respeto a todos los ciudadanos que ejercemos libremente nuestro derecho a voto algunas de las insinuaciones que hace en el artículo.
Comprendo que debe ser duro tener que admitir que existe otra Sevilla a la que uno cree que es única por mandato divino. Otra Sevilla que aún respetando sus tradiciones -algunas impuestas a sangre y fuego durante el transcurso de siglos- no se cierra al cambio, al aire fresco de los nuevos tiempos.
Y entiendo que, dada su manera de pensar y la de los representantes mediáticos de esa casta atávica que ha gobernado esta ciudad y lastrado su desarrollo durante siglos, cueste asimilar que tenga una sola posibilidad de existencia una Sevilla que no sea la que anida en sus mentes desde el inicio de los tiempos.
En su Sevilla ni tiene ni ha tenido nunca cabida el diferente, eso es lo que les caracteriza. Mientras que en la otra es perfectamente compatible representar lo que usted representa y tener su sitio en esta ciudad universal.
He ahí lo que las diferencia, la concepción de una ciudad como resultado de la integración de todos, incluidos los contrarios, y no como un cortijo propio donde el que piensa distinto ha de ser perseguido y expulsado.
En definitiva, que Sevilla será mucho más Sevilla en la medida en que sea lo que quieren la mayoría de los sevillanos y no cuando se encorsete en el concepto exclusivo y clasista de unos pocos que hacen bandera del que todo permanezca igual para poder seguir gozando de unos privilegios ancestrales heredados por vía de la sangre.
Todo esto, dicho sea de paso, expresado desde el mayor de los respetos.








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