No se están pensando demasiado bien las cosas en Sevilla en el tema del transporte público. Las noticias y los hechos que se están produciendo dibujan una insensata contradicción en el horizonte no muy lejano que permite pronosticar un serio problema de movilidad para los ciudadanos de no reconducir la situación.
Intentaré explicarlo de la forma más llana y breve posible.
Por un lado, Tussam ha iniciado, impulsada por ese fiera de la economía de los descuadres que es Arizaga, una política de supresión de aquellas líneas claramente deficitarias. Arizaga no lo dice, no se atreve a hacerlo, pero de continuar con ese criterio no es descabellado deducir que se ha de eliminar más de la cuarta parte de la red de líneas de la empresa. Esto, amén de suponer un claro atentado a los derechos de movilidad de los ciudadanos, significaría el descabello definitivo para una empresa en quiebra y con poderosos intereses políticos que apuntan a su desaparición sea por la vía que sea. Ni que decir tiene que además equivaldría la eliminación de un número considerable de puestos de trabajo, labor que ya se ha empezado a la chita callando.
Por el otro, la manifiesta insuficiencia de la planificación de la puesta en marcha de las líneas restantes de la red de metro hace suponer que el disfrute de una red integral de transporte público va a seguir siendo un sueño recurrente de los sevillanos durante algunos años. La crisis ha afectado sobremanera a la forma y los plazos para acometer las obras, por lo que aquello que se veía tan inminente seguramente tendrá que esperar y bastante.
Con este panorama tan contradictorio y Sevilla acorralada por las nuevas obras, si Tussam continúa suprimiendo líneas, los que vivimos en esta ciudad las vamos a pasar canutas si optamos por el transporte público. Porque a alguien en el ayuntamiento se le ha olvidado que las personas de esta singular ciudad de las ídem necesitamos movernos y es poco compatible la movilidad sostenible con una apuesta por el debilitamiento, en base a una supuesta rentabilidad que está por demostrar, del transporte público.
No es posible padecer inapetencia y, a la misma vez, tener ganas de comer.
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