Félix Bornstein
“Subir la escala del IRPF es dotar de mayor progresividad a nuestro impuesto más importante, pero, dado el fraude que existe, esa progresividad tendrá altas dosis de mera formalidad y muchas menos de redistribución eficaz de la renta. Actualmente, el tipo marginal máximo se aplica al traspasar el umbral de 53.000 euros de renta anual. Pero, como el impuesto lo soporta en su inmensa mayoría la gente de nómina, cualquier alza del IRPF tiene el peligro, ante las deficiencias administrativas para controlar el fraude, de recaer casi en exclusiva sobre las clases medias asalariadas.
Puede intentarse el establecimiento de una tributación real sobre las sociedades de inversión mobiliaria (SICAV), sujetas al Impuesto sobre Sociedades a un raquítico 1%, mientras que sus socios pueden diferir el pago del IRPF hasta el momento, voluntario, en que transmitan sus participaciones. Pero al presidente no se le escapa la posibilidad, más bien la certeza, de que muchas gestoras de banca privada y de altos patrimonios tienen ya preparada la movilización de estos capitales hacia territorios de baja tributación, si cambian las reglas del juego, antes de que cualquier hipotética medida revisora se publique en el BOE.”
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