Gregorio Verdugo. Sevilla. 2-XII-09.
Sevilla se despertó plomiza ayer. Lució uno de esos cielos que acortan las distancias con las testas de los mortales. Había sido convocada una concentración a través de diferentes foros de Internet a las once de la mañana en la puerta del Ayuntamiento. Eran opositores disconformes con los exámenes realizados para cubrir plazas de auxiliar administrativo en la corporación local. Gente que se había gastado una pasta en academias y había empleado buena parte de su tiempo en prepararse a conciencia unas oposiciones. Para muchos, la única posibilidad de encontrar un trabajo decente, lejos de las cadenas de la explotación y la precariedad reinantes.
A la hora fijada, apenas una treintena de personas se apostaban delante de las escaleras de mármol que da acceso a la casa de todos los sevillanos. Formaban pequeños grupos en los que se comentaban los detalles sobre de una prueba sobre la que tenían sospechas y que los habían llevado hasta allí. La Plaza Nueva, húmeda y fragante, se mostraba orgullosa a sus espaldas, reluciente tras el beso de la llovizna que había cesado su desplome tan sólo una hora antes. Las recién colocadas esculturas de Xavier Mascaró, oxidadas e imponentes, cercaban a los manifestantes como amenazantes guardianes de la calma plácida reinante, sólo rasgada de vez en cuando por el arribar cansino y metálico del Metrocentro a su parada final.
“Desde que hemos construido este estupendo manifestódromo, aquí no se para”, me comenta un viejo militante socialista que abandonaba en ese instante el Ayuntamiento.
Poco a poco van llegando más personas. No sólo están los opositores, también sus madres, padres o esposos en una muestra de solidaridad familiar. Cuando comenzaron los primeros gritos y protestas, el grupo rozaba los dos centenares de personas, incluidos los curiosos que se detenían por el alboroto.
Al ser el acto convocado a través de los foros de Internet, la coordinación brillaba por su ausencia. Eran todos y cada uno de ellos lo que en periodismo se conoce como una “fuente ávida”, alguien que está deseoso que el mundo conozca su problema y no tiene reparo alguno en enfrentarse a un micrófono. Los periodistas lo teníamos muy fácil. Bastaba que te vieran con una cámara o una grabadora para que se te acercase cuatro o cinco dispuestos a contarte con todo lujo de detalles lo que consideraban anomalías injustificables.
En muchos de ellos, la indignación y la impotencia se convertían en impedimentos a la hora de expresar lo que sus mentes les dictaban. A otros la exaltación sólo les pedía gritar a los cuatro vientos su descontento. Aquella pequeña multitud de edad y condición variadas estaba de veras cabreada. “Es un Ayuntamiento muy grande, no nos esperábamos esto”, nos decía una opositora.
Se quejaban de que no se les habían facilitado las plantillas adecuadas para las respuestas, de que los exámenes los llevaron en la mano y no en caja cerrada, de que las respuestas se tuvieran que marcar a lápiz y no a bolígrafo, de discriminación por reservar un número de plazas para los discapacitados. Y cada vez las protestas fueron subiendo hasta convertirse en gritos airados que recorrían la plaza. “Que vea España lo que es el Ayuntamiento de Sevilla”, se quejaba otro.
En un momento dado apareció por allí la oposición municipal. Gregorio Serrano y Beltrán Pérez, integrantes del grupo municipal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Sevilla, se mezclaron con los manifestantes y charlaron largo rato con buena parte de ellos. Se ofrecieron como mediadores y se comprometieron a pedir en el próximo pleno la apertura de una investigación, que si no ofrecía respuestas convincentes les llevaría a pedir la anulación de todo el proceso. Ya que estaban por allí, también aprovecharon para hacer algo de proselitismo, que nunca vienen mal.
Pero el momento álgido de toda la protesta se produjo cuando una representación de la corporación municipal se dispuso a guardar un minuto de silencio a las puertas de la casa consistorial por la muerte de dos trabajadores en accidente laboral ocurrida el día antes en Granada. Lo vienen haciendo así desde hace dos años en protesta por el elevado número de accidentes mortales que sufre la comunidad.
José Antonio Salido, en representación de Izquierda Unida, había bajado con anterioridad a dialogar con el portavoz de los manifestantes para explicar la situación e invitarlos a que se pusieran con ellos detrás de la pancarta. Pero el que hasta ese momento parecía ejercer dicha función se encontraba en el interior del Ayuntamiento negociando una reunión en la que se atendieran las quejas de los opositores juntos con otros miembros que se habían prestado voluntarios para integrar la pequeña comisión. Salido tuvo que regresar al interior con las manos vacías y sin conseguir hablar con nadie.
Cuando la representación de la corporación apareció precedida por la pancarta y ocupó el lugar habitual, los ánimos se exaltaron y comenzaron los gritos, los insultos y el boicot del acto por parte de los manifestantes. “Muerto estamos nosotros” gritaban un joven bastante exaltado. “Nos habéis matado a nosotros” gritaba otra chica, y otra de la primera fila “Pues ahora son dos minutos de silencio”. La protesta fue creciendo hasta que una manifestante se situó con una pancarta delante de la representación municipal primero y luego otro más y otro, así hasta que lograron que apenas fuera perceptible su presencia, a pesar de que estaban un escalón por encima de los manifestantes. Los gritos y protestas no arreciaron mientras permanecieron allí y se incrementaron notablemente cuando la delegación tomó de nuevo el camino de regreso al interior del Ayuntamiento. Fueron momentos de verdadera tensión los transcurridos durante la celebración del homenaje ante los rostros contrariados de los concejales.
Al poco de concluir el acto, salieron los representantes que se encontraban negociando y anunciaron que el Ayuntamiento estaba dispuesto a escucharlos y que estaba convocada una nueva reunión para exponer las quejas el viernes siguiente, previa celebración de una asamblea entre todos ellos para elegir la representación que acudiría a la misma.
Los ánimos se fueron calmando poco a poco hasta serenarse del todo, pero ya nadie devolvería nunca el triste minuto de recuerdo póstumo a los dos trabajadores fallecidos el día anterior en un accidente laboral en Granada.
PD: Imágenes tomadas por Jesus Rodríguez González, de "Sin Futuro y sin un duro" y Jack Daniel's Blog.
6 comentarios:
Todo mi apoyo a los opositores. Cierto es que hasta que no se demuestre... aquí no hay nadie culpable, pero huele mal el asunto, muy mal.
Tirón de orejas, también a los opositores, por cargarse el minuto de silencio. Hay que saber estar.
Saludos.
AdP: Coincido con tu apreciación al ciento por ciento, con la salvedad de que, además, perdieron una oportunidad única de sacarle un compromiso ante los medios a los políticos. En mi opinión, debieron ser algo más inteligentes.
No digo que no esté mal el cargarse el minuto de silencio (por cierto, ¿eso es lo que pueden hacer los políticos al respecto?. Tal vez pudieran hacer algo más, ya que legislan y son el poder ejecutivo..), pero es que las "cosas" se van acumulando. La idea de que está todo amañado no es de ahora, luego lo de llevar los examenes abiertos, que aparezcan examenes -para unos- con las respuestas ya marcadas etc..ha sido la última gota. Saludos
Anónimo: pues sí, viene de lejos, pero lo del minuto de silencio era evitable y te cargas más de razón, creo yo.
Con respecto al minuto de silencio, ayer jueves se explicó en la Asamblea que celebramos los opositores en el centro cívico Torre del Agua que se respetaron no los dos, sino los 10 minutos de silencio que se realizaron. Que es mentira todo esto que se está diciendo para desprestigiarnos. Por favor, antes de hablar, confirmar las cosas. Gracias.
Anónimo: el único que tiene que confirmar las cosas eres tú, que no sé en que concentración estuviste. Te aconsejo que veas el vídeo que grabamos de la celebración de dicho minuto, que está unos cuantos post más adelante.
Aquí no se trata de desprestigiar a nadie, tan sólo de narrar unos hechos tal y como ocurrieron.
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