Desde hace años, siempre me lanzo a la calle la mañana del día de navidad para tomar el primer café en cualquiera de esos pocos bares que abren sus puertas y se convierten en un muelle perfecto para el atraque de los buques varados en el océano de soledad que provoca la resaca de la noche anterior.
Las calles bostezantes, las avenidas grises, se ven salpicadas por seres anónimos y solitarios que deambulan de un lado para otro sin destino cierto. Me gusta el espectáculo de la soledad desfilando las aceras, porque es la representación más exacta que conozco del mundo que nos ha tocado vivir.
Disfruto sumergiéndome en ese paseo mortecino que se volverá a repetir la mañana del primer día del año, porque es en esos momentos cuando descubro que pocas cosas dicen más que dos miradas que se cruzan. Y me gusta hacerlo porque me hace valorar aún más las buenas amistades, el calor de la gente que me acompaña en esta aventura cierta que es la vida.
Son las once y media de la mañana de un día nublado y gris en Sevilla. Resuenan ecos de fiesta y de resaca adormidera en la avenida paralela a mi casa. La gente “normal” todavía no se ha asomado al mundo que le espera impaciente, perdida como anda en los sueños reparadores tras la fiesta. Tan sólo los sempiternos chinos han abierto sus comercios rebosantes de neones y artificialidad barata.
Una legión inclasificable patea las calles a la busca del primer bar que dé abrigo, de la primera mirada cómplice, abatidos por el peso abrumador de una soledad legendaria que, llegadas estas fechas, los expulsa sin concesiones de los muros vacíos de sus casas.
Me gusta cruzarme con ellos, compartir el halo humeante del primer café de la mañana, observar su cansino caminar hacia ninguna parte, beberme sus miradas inquisidoras. Es el retrato de la vida mostrándose sin ropajes fastuosos a los ojos de quienes quieran contemplarlo.
Es la otra navidad, con la que tengo una cita cada año para asegurarme de que sigue ahí, intacta e impasible, puntual y cumplidora como siempre.
25 diciembre 2009
La otra Navidad
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11 comentarios:
Increíble. Genial, muy bueno, genial. Mientras lo contabas me surgían las imágenes.
Gracias Juan, es algo que suelo hacer siempre en esos dos días tan señalados del año, porque es la mejor medicina que conozco para que me ponga los pies en el suelo.
Enhorabuena por tu artículo, esa es el Solsisticio de Invierno que conozco, disfrazado por tradición del termino "Navidad".
Por muchas luces que pongan y por mucho volumen que suban a los villancicos.
Una inmensa cantidad de personas tienen otras realidades, a pocos metros.
Paco Fombella Ibarz: gracias Paco, yo lo veo así, desde hace mucho tiempo, y me gusta acercarme a esas realidades en estas fechas. Me hace ver el mundo de otra manera.
recuerdo que hace dos navidades y/o fin de años, escribiste un post sobre los vagabundos y soitarios que se reunían en un aplaza de Sevilla, recuerdo que me hiciste emocionar y pensar, casi sentí estar mirando esa gente desde detrás de una farola
Megusta tu forma de tocar tierra con los pies.
Buena navidad para tí
Los lobos solitarios gustan recorrer su territorio para saborear con la mirada la esencia desnuda de la vida, como una comunión consigo mismos y sus semejantes.
Auuuuhh!
Daniel
megustas: sí, lo recuerdo. Gracias por tener tan buena memoria.
Daniel: eso nos pasa por ser lobos y, sobre todo, por ser solitarios a la hora de mirar el mundo.
Están los lobos/as solitarios y están los solos,los desterrados,los que no quieren ser lobos ni estar solos y luego están los glotones los que que se comen a las ovejas, a los lobos, a los otros y a nosotros.
buen post
para mí la navidad es buena pero como no lo es para todos no me parece nada buena.
bsss
i met you: para mí tampoco es buena, sencillamente porque no es justa, como tantas otras cosas en la vida.
Un beso.
Muy buen post me gusto la narrativa! financial help
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