Es una fea manía que tienen los dictadores, ésa de apropiarse de lo que no les pertenece. Parece como si fuera un fallo de fabricación, un defecto que no te cubre nunca la fraudulenta garantía del producto.
En Zimbabue, Robert Mugabe no iba a ser menos que nadie y ha decidido apoderarse de los yacimientos de diamantes del país para él solito y utiliza los beneficios derivados del estúpido afán humano por lucir piedras en determinadas partes del cuerpo para financiar su cruel milicia política.
Durante esta semana, el grupo de países que regulan el mercado global de diamantes se reunirá en Namibia para decidir si suspenden o no a Mugabe y le impiden vender sus diamantes sangrientos en el mercado mundial.
Los países productores de diamantes son conscientes de que sus beneficios dependen de la reputación de sus marcas. La conciencia en el planeta de que existen piedras preciosas “ensangrentadas” es cada vez mayor e influye poderosamente sobre dicha reputación.
Tradicionalmente, los diamantes de Zimbabue eran explotados por mineros locales. Sin embargo, desde hace unos meses un grupo de matones al servicio de Mugaba se ha hecho con el control de los campos asesinando a más de doscientos civiles. Una investigación internacional realizada en julio encontró evidencia de “una violencia atroz en contra de la población civil”.
La milicia política destinataria de los beneficios de las piedras ya ha provocado la muerte de cientos de ciudadanos y amenaza la frágil unidad del gobierno del país. Se teme que Mugabe pueda utilizar el control sobre los diamantes para financiar una nueva guerra.
AVAAZ.org está recogiendo firmas para exigir a los países que acudan a la reunión de Namibia que actúen e impidan la financiación del odio a través de las piedras preciosas.
Tal vez entre todos consigamos que se imponga el sentido común.
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