Cuando alguien preguntó a Barack Obama, al ser proclamado candidato a la presidencia de los Estados Unidos, qué le parecía su fulgurante ascensión política, el aspirante demócrata a la Casa Blanca no dudó en calificarla como “un viaje incierto al que pocos habrían augurado un final feliz”.
No le faltó razón. Aquel viaje iniciado hace ya cuarenta y ocho años en Honolulú, Hawai, se ha convertido en un permanente ir y venir. Un bamboleo incesante que lo ha dotado de “la capacidad necesaria para tender puentes y forjar alianzas”, tal y como a él mismo le gusta definir esa especie de transitoriedad territorial que ha marcado su existencia.
Incluso sus escarceos de adolescente con la marihuana, la cocaína y el alcohol le han servido para extraer experiencias positivas, desechar para siempre las negativas y continuar pertinaz el camino que se había marcado desde el principio. En palabras de su propia hermana, no hace otra cosa que “moverse entre varios mundos, que es lo que ha hecho durante toda su vida”. Y eso se le nota.
Este enamorado del baloncesto de padre keniano y madre antropóloga de raza blanca, se graduó en la Universidad de Columbia. Con posterioridad, estudió en la Harvard Law School, de cuya prestigiosa revista de leyes fue el primer presidente de color allá en el inicio de los noventa. Por lo visto, no sería ése el único hito que rompiera como consecuencia del color de su piel.
Estudiante brillante y ferviente defensor de los derechos civiles, Barack Obama siempre tuvo claro que su vida iba a estar empleada en servir a los demás. Su carrera política se puede calificar de meteórica sin que ello implique falta de constancia y sacrificio. Ni mucho menos.
Se postuló primero como senador en el Estado de Illinois, pasando después a ocupar un puesto de senador en el Senado de los Estados Unidos y, finalmente, candidato del Partido Demócrata a la presidencia del país. Todo en un destellante fogonazo que apenas ha durado once años y que ha dado con sus huesos en la Casa Blanca, convirtiéndose en el primer presidente afro americano de la historia de los Estados Unidos.
Durante ese ir y venir permanente, “la gran esperanza blanca”, como le denominan por encarnar como nadie el sueño de la reconciliación interracial americana, no ha dado un sólo bandazo.
Obama se ha apoyado en el poder de convicción de su palabra y en la firmeza de sus creencias individuales para recorrer tan imbricado sendero. El hombre que afirma sin atisbo de duda que “su esperanza es la de los esclavos cantando a la libertad” o “la de los inmigrantes que emprenden rumbo a costas lejanas” descubrió muy pronto, en la universidad, que cuando se dirigía a la multitud tenía una enorme facilidad para captar la atención de la gente. Ésa ha sido su mejor arma secreta electoral, la baza sobre la que cimentar su triunfo.
Con una apuesta clara por sus convicciones más profundas y una capacidad de oratoria que consigue transmitirlas de una manera clara y diáfana, este hombre de sonrisa amable y gesto sereno recorrió un camino que a otros les costó el doble de años y de esfuerzos.
Ahora tiene ante sí el reto de cumplir todos los compromisos adquiridos durante la campaña electoral. Ésos que fueron capaces de movilizar como jamás se había visto antes a millones de norteamericanos y ciudadanos de todo el mundo de cualquier raza y condición. El verbo obliga.
Nadie duda que continuará blandiendo para ello sus ya imbatibles armas; el ir y venir que no cesa entre mundos diferentes y la cabalgadura incansable de su palabra. Mientras, el mundo aguarda paciente y esperanzado a que su palabra por fin se haga carne.
PD: Perfil realizado para una práctica de Periodismo Político Internacional.
4 comentarios:
pues si este perfil que has dibujado es una practica para preparte nota, yo lo he leido del tiron, sin cansarme y entrandome muy bien,excelente, qué ganas tengo de verte firmando algun artículo en prensa escrita de papel. Tu tambien has emprendido un viaje con la palabra.
felicidades!
megusta: gracias. Ojalá se cumpla pronto lo que deseas.
Asi aprueba cualquiera: estás dotado de un talento al que no le hace falta ningún título que lo acredite. Dícelo a Concha, para que no te haga ir a clases y te dé la nota ya.
Anónimo: gracias, no creas que no me libraría de bastante trabajo lo que propones.
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