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26 mayo 2009

Una batalla más que librar en una guerra perdida de antemano


Al igual que sucedió con Casas Viejas ocurrirá ahora de nuevo. La fiscalía ya ha engrasado la máquina para proteger al sistema y ha pedido la identificación de los ocupas de la Fábrica de sombreros de Sevilla.

Es el paso previo para calibrar las armas con las que cuenta el enemigo, el que permitirá elaborar una estrategia definitiva para aplastar de nuevo a un movimiento que cuestiona el corazón del sistema. La batalla está servida y, otra vez, el sistema se mostrará implacable con sus hijos díscolos.

En tiempos donde la corrupción se generaliza, las instituciones se muestran ineficientes y los ciudadanos desconfiados, no conviene que un colectivo que cuestiona el tinglado, que hace las cosas de una manera diferente y consigue objetivos pueda causar el temido efecto ejemplarizante entre la población.

Poco importa que el Centro Social Ocupado y Autogestionado Fábrica de Sombreros haya presentado 1.240 firmas de ciudadanos que apoyan sus acciones, un manifiesto firmado por 70 organizaciones y un amplio dossier con las actividades llevadas a cabo durante el año de ocupación. Los propietarios del edificio, el grupo inmobiliario Tempa, ya han puesto ante el juzgado de instrucción número 20 una demanda de desalojo de la vieja fábrica. La construcción de un grupo de viviendas, de un aparcamiento subterráneo y de locales para artesanos manda.

De nuevo las promesas de los políticos se quedarán en papel mojado, porque a los políticos no les interesa que los ciudadanos realicen sus sueños y menos con desapego al poder.

Ya sólo queda pues la demostración de fuerza, el ejercicio intimidatorio que recuerde a todos que el sistema es implacable contra quienes cuestionan sus métodos. Y la merienda de medios, la siempre fructífera crónica de una batalla que es necesario librar en una guerra perdida de antemano.

Pero los sueños son libres y eligen sus propios senderos. Y cuando se pierda la Fábrica de Sombreros, como se perdió Casas viejas, toda la ciudadanía habrá vuelto a comprobar que existe alguien que reivindica otra manera de hacer las cosas, horizontal y participativa, en la que predomina el beneficio social de todos frente a la codicia de unos pocos y que lo hacen sin obtener nada a cambio, sólo por la satisfacción personal de luchar por la realización de un sueño.

Mientras, los ciudadanos mirarán hacia otro lado y lo considerarán un mero acto de entretenimiento momentáneo para su ocupada atención en sus asuntos terrenales y los políticos se felicitarán porque no haya cundido el ejemplo, no vaya a ser que les dé por exigirles algún día actuar con la misma transparencia y altura de miras.

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