Hasta finales del siglo XVIII, censura, que viene del verbo latino “censeo”, significó opinar, emitir una opinión. No tenía ninguna connotación negativa ni restrictiva. Aunque la práctica de la actividad de censura se remonta a la antigüedad griega y romana, la censura, con la significación con la que hoy la conocemos, no hace acto de presencia hasta la gestación del Estado de Derecho.
Desde entonces nos referimos con este vocablo a cualquier tipo de restricción institucional sobre elementos del discurso que se haga con carácter previo y que necesitan contar con un permiso para poder ser difundidos.
Los políticos italianos, con ese afán desmedido que tienen por volver a los tiempos del Imperio Romano desde que Berlusconi asaltó de nuevo el poder, han decidido instaurar un registro de bloggers mediante el que identificar a los autores de los blogs y controlarlos para, donde sea menester, ejercer aquella práctica que inventaron griegos y romanos hasta que vino el superhéroe Estado de Derecho a salvarnos a todos.
Su finalidad no puede ser más académica, ya que pretenden una Internet “limpia”. Y lo de fijar y dar esplendor parece que se lo han tomado demasiado en serio.
De hecho ya han aprobado una ley en el Senado mediante la que se autoriza al Ministerio del Interior a retirar o exigir a las operadoras el bloqueo de cualquier sitio calificado como “crimen de opinión”, o sea contra quien se exprese como a mí no me guste.
Los bloggers italianos han lanzado una campaña pidiendo ayuda a la blogosfera para oponerse a un panorama tan oscuro y nos piden que enviemos un correo a freeblogger@beppegrillo.it, con tu nombre, la dirección de tu blog y una foto tuya en la que aparezca la leyenda “Free Blogger”.
También disponen de una página oficial donde también te ofrecen botones para insertar en tu blog.
Ante un ataque tan vil, no sólo me sumo a la iniciativa, sino que de le digo al Duce Berlusconi aquello que los gladiadores romanos gritaban al César desde el ruedo de arena del circo: “Ave, Caesar, morituri te salutant”. Sólo que yo, en vez de levantar mi espada al cielo, izo el dedo índice de mi mano con todos los demás recogidos en puño.
Vía | Mangasverdes
PD: Sí, ya sé que la pinta no es la mejor, pero no era cuestión de ponerme a acicalarme.
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