Una sociedad progresa en la medida en que va solucionando sus desarreglos atávicos, avanza a paso lento entre averías que para ser arregladas requieren tirar de la inventiva y utilizar las herramientas adecuadas. El mundo se transforma mediante la lógica de la reparación permanente. Es lento, pero también más seguro.
En el ámbito de la comunicación no iba a ser diferente. Los medios han venido durmiendo el sueño de los justos después de abrigarse en el poder tras unos inicios prometedores. Siguen existiendo los buenos periodistas, pero los medios han perdido influencia y gran parte del atractivo que tenían para los lectores.
Lo más curioso del caso es que, en vez de hacer autocrítica y analizar el por qué de esa evolución negativa y subsanar su posible parte de culpa, los medios se han dedicado a buscar culpables imaginarios de su progresivo e inevitable declive. Es lo que ha sucedido con la demonización de los blogs, e Internet en general, señalándolos como únicos culpables del derrumbe imparable de la prensa.
Es curioso que quienes son considerados por las constituciones occidentales como los adalides y valuarte de la democracia se hayan olvidado de algo tan básico como su implantación en sus mismas entrañas. No es aceptable que quien ostenta esa condición por mandato constitucional se aproveche de ello para obtener privilegios del poder ignorando al resto de los ciudadanos y a veces en contra de los intereses de éstos. Y eso es lo que ha venido haciendo la prensa y todavía hoy le cuesta arrojar al mar del olvido ese pesado lastre.
Los blogs, en su corta andadura, han demostrado que tienen la capacidad de cambiar el mundo, a su manera pero con resultados visibles. Los blogs han traído al mundo de la comunicación la democratización soñada. Y la prensa se siente envidiosa por ello. Con ellos, el sentido unilateral de la información ha dado la vuelta por completo. El poder esgrimido por los medios durante años ha desaparecido como por ensalmo. Es el cuento al revés.
Hoy en día, millones de ciudadanos otorgan voz a quienes no la tienen y cuestionan de manera permanente la información descendente que imponen los medios. Es un enemigo con músculo vigoroso para la prensa si ésta decide enfrentarse a él, pero puede ser el mejor aliado si de lo que se trata es de salvar a los medios, porque los complementa y además los sazona con ese aire de democracia y libertad que le es inherente. Máxime ahora, cuando las redes sociales multiplican y distribuyen todo con enorme facilidad.
Los blogs y los medios tienen mucho que compartir y poco que disputar. De la capacidad de asimilación y entendimiento de unos y otros depende el que la colaboración pueda ser el lenguaje del futuro en el mundo de la información. Un mundo, por supuesto, que tendrá por estandarte la permanente democratización de la misma red que le sirve para propagarse y afianzarse.
Reflexiones a raíz del post que escribió Manuel Almeida con motivo del octavo aniversario de Blogpocket.
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