Recuerdo que un día, ya demasiado lejano en mi memoria, me senté delante de mi flamante Olivetti eléctrica de entonces y me puse a teclear como un poseso. El primer párrafo que salió de aquel acto satánico fue este que transcribo aquí.
“Aquella mañana aciaga, la noticia insólita del atroz asesinato conmovió a los habitantes del barrio con un seísmo de cólera incontenible, que obligó a sus moradores a mirarse con los ojos de la espalda. El Drop se convirtió desde ese instante en un escudo de ensueño donde pertrecharse contra una realidad agresiva, que limitaba con dentelladas de sierra la existencia imperturbable de los seres humanos.”
Era el comienzo de mi primera novela en serio -antes tuve un intento que me decepcionó apenas había alcanzado la mitad de la trama- y todavía hoy, tantos años después, duerme el sueño de los justos olvidada en un cajón cualquiera de la casa.
Muchos años después, cuando el tiempo logró cicatrizar las heridas con su terapéutica infalible -y tras escribir innumerables relatos y comenzar otra novela ya frustrada desde los inicios- alguien me invitó a probar con un blog. Sufrí un ataque de pavor inmediato, pero logré superarlo haciendo de tripas corazón y me embargué en la aventura más fantástica que escritor alguno es capaz de concebir.
Al principio, cuando comenzaba a postear mis primeros artículos, siempre asido a la ficción como eje argumentativo, me sentía un tanto incómodo, como si no encontrara el sitio. Parecía como si estuviese iniciando una escritura sin final predecible hacia atrás. Un sortilegio de diario inverso y malvado que me desparasitaba ante ojos ajenos.
Con la práctica comencé a escribir más rápido, casi sin masticar las palabras y un tanto inquieto por los estragos que pudiera causar en los engranajes misteriosos del lenguaje. Era el peaje obligado al pulso de la inmediatez.
No tardé demasiado tiempo en descubrir que la comunicación directa con quien te lee, más que causar pavor, te estimula, te empuja a continuar. Es un efecto inmediato y tajante del que casi no te das cuenta hasta que descubres que cada día tienes más necesidad de escribir, de rellenar entradas del blog con pensamientos e inquietudes que de otra forma, probablemente, se perderían para siempre en la nebulosa cambiante de las ideas.
Desde entonces, blogguear se ha convertido en la manera más libre de ejercitar la escritura que conozco. Consigue que te coloques frente al pelotón de fusilamiento de forma voluntaria y consciente y hasta logra hacerte más feliz. Te expone sin pátinas de disimulo ante la crítica pertinaz de tus lectores y te dinamiza, te mantiene en forma como si acudieras a un gimnasio cada día.
Respondes a sus argumentaciones sin intermediarios y sin otra protección que tu propia palabra y razón, desnudo y desarmado, como quien escala una pared mortal sin arnés de seguridad. Es el efecto de la fiscalización permanente, el resultado del compromiso inherente de responsabilidad y transparencia.
Ese dinamismo, esa escritura inquieta y nerviosa ha logrado atraparme. Siempre quise contar cosas, las que me ocurrían, las que me contaban otras memorias más vividas que la mía. Siempre soñé con ser periodista para poder hacerlo. Con el blog descubrí que te conviertes en una especie de interruptor siempre conectado y que el hipervínculo puede ser una útil y eficaz manera de contrastar, además de una fuente de enriquecimiento permanente de las historias que construía.
Al desaparecer la necesidad acuciante de la publicación editorial se disparó la escritura y también la angustia y decidí desnudarme, como un enamorado desnuda la margarita que deshoja entre sus torpes manos.
Mi escritura se hizo, como por arte de magia, más flotante, siempre bajo el empuje de la crítica y la comprobación permanente de vosotros, alejada del endiosamiento que suele propiciar el hecho en sí de escribir, vacunada contra las torres de marfil.
El blog me regaló la cercanía, el contacto casi físico con el lector. Quizás el sentido que mejor lo defina sea el tacto, porque a veces los lectores son capaces de escribir a través de mis manos.
Como proclama la barra lateral de Jack Daniel’s Blog, este blog soy yo y todo lo que me rodea. Es mi marca personal y sentía necesidad de explicarlo. Porque de pronto me he descubierto atrapado para siempre en el vórtice de una vorágine colectiva que me gusta, porque me hace realmente humano.
Desde entonces me encuentro inmerso en el tiempo invertido, como la realidad mirándose en un espejo sin fondo. Y aquí me tenéis, absorto en la inconmensurable tarea de escribir el cuento al revés.
2 comentarios:
y desde entonces me tienes leyendote , a ver qué nos dirás hoy desde tu punto de vista?? felicidades jack! cuentanos tambien algún día uno de tus relatos, me encantan. Me voy a trabajar..un beso
megustas: gracias a ti por leerme y que tengas un buen día de trabajo.
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