Pero de una cosa sí que estoy completamente seguro. Si alguna vez tuviera que defender a un buen amigo, uno de esos que se cuentan con los dedos de una mano, me gustaría saber hacerlo con la misma entereza, sabiduría y lealtad con que lo ha hecho Enrique Dans con Anil de Mello.
No sabes cómo te honra, Enrique.
Quería decírselo en su blog, pero tiene cerrado los comentarios, así que se lo digo por aquí.
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