Todos tienen las mismas prácticas, los mismos hábitos, las mismas costumbres. Da igual la ideología que propugnen, sea izquierda, derecha o centro, sus huellas por los mapas de la historia de la humanidad siempre conducen al mismo sitio: la represión y la tiranía.
Y, de todos los enemigos que proclaman, hay uno que les causa un especial pavor: la libertad de expresión. La libertad, en resumidas cuentas. Y contra ella arman sus más pérfidas estrategias y arremeten con su artillería más pesada.
¿Por qué los hombres tienen la fea costumbre de combatir la palabra con las armas o la represión feroz? Es una incógnita que quizás algún día desvelemos.
Pero la primera secuela de la ambición de poder absoluto es siempre callar la palabra, enmudecerla y, si es posible, eliminarla. El ser humano desposeído de su esencia más básica. El estado animal puro.
Me entero por La huella digital que el gobierno venezolano impulsará una Ley de Telecomunicaciones que permitirá que el parlanchín Hugo Chávez ejerza el control de blogs y páginas web. El espacio público de Internet como si de un cortijo cualquiera se tratase.
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