“Durante años en Cuba se fomentó la idea de que nadie podía guardarle secretos al Estado y la correspondencia personal ha sido una de las expresiones de privacidad más vulneradas. Tengo mil y un ejemplos de cartas abiertas, leídas y usadas en contra de su destinatario, sin justificarse esta acción por la gravedad de un conflicto bélico. Una amiga que se carteaba con un colega exiliado en Estados Unidos fue reprendida por sus jefes, cuando un vecino indiscreto interceptó una de las epístolas y la remitió de inmediato a los de la “seguridad” de su centro laboral.
La vuelta a la privacidad, a esa zona exclusiva donde un Gobierno no puede penetrar porque pertenece al ciudadano, demorará años. No sólo necesitamos que la carta expedida llegue a tiempo y sin deterioros, sino tener la confirmación de que, lo en ella escrito, es patrimonio exclusivo del remitente y su receptor. Algún día la correspondencia será como palabras dichas al oído y las oficinas de correos harán que esos susurros no puedan ser “escuchados” por otras personas.”
Yoani Sánchez en su blog Generación Y.
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