Los universitarios se quejaron de la imposibilidad de salir al extranjero, de acceder a los hoteles de las costas -de exclusivo uso para los turistas-, de la restricción de la conexión a internet –en Cuba existen menos conexiones que en Haití, el país más pobre de América latina- y de la circulación de dos monedas diferentes en el territorio cubano (el peso nacional y el peso convertible), que posibilita que los trabajadores cubanos cobren sus salarios con un 25% menos de poder adquisitivo.
Raúl Castro había solicitado a la población que criticaran el sistema político de Cuba, para lo que se produjeron debates en distintos niveles en los barrios, los centros de trabajo y las universidades. Esta petición se produjo cuando faltan escasos días para que la Asamblea Nacional de Cuba decida si lo consagra o no Presidente del país caribeño en lugar de su hermano Fidel Castro, lo que se decidirá el próximo día 24.
En estas fechas, una ola de críticas recorre Cuba, iniciadas a través de un debate vía correo electrónico entre intelectuales enfurecidos por la reciente aparición en la televisión estatal de algunos ex censores de la década de los 70. Las críticas alcanzan temas como la salud y la educación, considerados conquistas históricas del régimen de castrista.
Incluso se sumaron a la polémica figuras tan destacadas como las del cantautor Silvio Rodríguez, que afirmó que los cubanos deberían poder viajar con libertad al exterior, y el ministro de Cultura, Abel Prieto, que se manifestó a favor de que los homosexuales pudieran contraer matrimonio.
Este estado de cosas no hace sino reflejar las expectativas surgidas entre los cubanos de que Raúl Castro emprenda las reformas postergadas durante años por su hermano Fidel. Ya el propio Raúl reconoció en diciembre pasado ante el parlamento que existe un exceso de prohibiciones que hacen más daño que beneficio.
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