Una prisión abandonada siempre desprende un hálito marchito de belleza misteriosa y confusa, tal vez porque nos gusta soñar que la clausuraron por falta de huéspedes que alojar y acabó convirtiéndose en una mastodóntica maquinaria inservible y quejumbrosa, o porque puso de manifiesto su ancestral ineficacia a la hora de dotar de contenido a palabras casi hueras, como el sustantivo rehabilitación.
No es este el caso, la prisión del barrio la cerraron por motivos propios de la edad, porque también el transcurso del tiempo es causa de deterioro y envejecimiento para las prisiones -a pesar de que lo que contienen es una condensación imprecisa de fracciones de tiempo usurpado a vidas extrañas- y, al contrario de lo que les sucede a los edificios nobles, a los que el tiempo hace aparecer ante nuestros ojos más esplendorosos, rescatados por el brillo proyectado por una luz de otra época, en las prisiones ocurre como en la vida misma; el tiempo te va desgastando con sus dentelladas feroces y, finalmente, te mata.
La cárcel de Ranilla, así es como se la conoce, está vinculada desde los inicios a la historia del barrio. Cuando liberaban a un preso, el tañido de las campanas de la iglesia se extendía por el aire como un lamento crónico, para que sus habitantes se enteraran de que alguien había recobrado su libertad perdida y, durante sus recorridos procesionales, la cofradía hacía enfrentar sus dos pasos al chirriante doble portón de entrada, abierto de par en par, en un intento vago de transmitir un soplo de esperanza a sus desahuciados moradores.
Incluso se produjo, hace años, la espectacular fuga de un elevado número de reclusos a través de las alcantarillas del subsuelo, que revolucionó al vecindario y consiguió que la chavalería se concentrara en los alrededores y vitoreara a los prófugos como si de estrellas del balompié se tratara.
Pero quizás sus episodios más célebres fueron aquellas manifestaciones durante la dictadura solicitando la amnistía de los presos políticos, en las que la multitud rodeaba la prisión coreando consignas y ondeando pancartas y banderas, que solían acaba en una batalla campal, con intercambio de pedradas y lanzamiento de botes de humo y disparos al aire, y una bandada incontrolada de humanos corriendo alocada por las calles del barrio refugiándose en los portales sombríos del acoso de los antidisturbios y sus porras legendarias.
Y, cómo no, el trágico atentado de ETA mediante paquete bomba, que estalló cuando pasaba por el escáner y que costó la vida de cuatro personas -un funcionario, dos reclusos y un visitante- y que estuvo a punto de provocar que lincharan en mitad del patio, ante los ojos de todos, a los presos de la banda terrorista que allí cumplían condena y que salvaron sus vidas precisamente por causa del celo de los propios funcionarios que se encontraban de servicio.
Hoy sólo el silencio deambula por sus pasillos desolados y la maleza renacida se abre paso a empellones entre las ruinas y los escombros abandonados a su suerte. Los moradores actuales son otros y están allí por motivos diferentes, entre otras cosas, porque a ellos no les ha sido arrebata su voluntad a manos de la sentencia de un juez togado.
Las ratas y los pájaros, los insectos y los reptiles, la naturaleza en fin, se han vuelto a adueñar de lo que fue la caja fuerte de las almas libres de varias generaciones de ciudadanos y moran a sus anchas en sus predios, en lo que constituye el más hermoso canto a la libertad que hoy se puede contemplar en la ciudad.
Ahora el ayuntamiento ha decidido hacer un parque, un centro cívico, una promoción de viviendas, pistas deportivas, un museo y una comisaría en el inmenso solar selvático y ruinoso que queda en el extremo norte del barrio. Ya no se podrán contemplar las garitas y alambradas mohosas, ni las tapias coronadas por alambre de espino que los grafiteros del barrio han reutilizado para la exposición de sus obras, tampoco la virgen pálida que preside desde su altura todo el complejo, y por ello os la traigo aquí, para rescatarla de la memoria colectiva y salvarla del olvido de los hombres.
13 comentarios:
Sería magnífico que las prisiones se oxidaran y enclaustraran en sí mismas para siempre por falta de inquilinos que alojar.
Buen fin de semana para tod@s.
Para mí, el más hermoso post que has escrito.Realmente, es un placer leerte, Jack.
Los que tenemos la fortuna de sólo conocer las cárceles a través de films o canciones o textos magníficos como éste, recordamos al gran Johnny Cash:
But I shot a man in Reno, just to watch him die...
O "The green, green grass of home".
Ma liberté, je t'ai trahi pour
une prison d'amour
et sa belle geôlière.
Te libras, Jack, lo mío no es el cante jondo.Hay mucha presidio en sus palos.Gracias.
Al leer lo que escribes, me transportas. Admiro la belleza con la que describes los sentimientos. Ya veo que esta noche no la pasaste en un callejón parapetado tras el cristal de tu inseparable botella. Temí por el frío que hizo estas últimas noches.
Magníficas palabras y magnífico post! Jack, gracias por escribir!!
No se donde está esa prisión, pero me ha gustado el post, y mucho más, las fotografías.
Hay tantos lugares y edificios que se pierden en el tiempo...
Han llegado a desaparecer pueblos enteros debajo de ríos, pero lo bueno es que siempre permanecerán en el recuerdo, porque han formado parte de algo o de alguien, porque tienen su historia y al fin y al cabo eso es lo que cuenta.
Un saludo y buen fin de semana!
La mejor manera de combatir el mal
es un enérgico progreso
en el sentido del bien.
Nadie en su sano juicio debería
combatir el mal con el mal,
pues no lo estaría combatiendo,
sino que estaría siendo parte de un juego en el que todo principio
es el final.
Esto no es mio, pero me gusta
un beso
Buen fin de semana, Jack.
Un post estupendo.
Realmente es un gustazo pasar por aquí todos los días, como en una rutina magnífica.
Un besazo libre
Jack, entré a ver si había alguna novedad y a pedirte disculpas por no haber traído anoche el hielo...me quedé dormida bajo la luna, esperaba que you talking to me? te hubiera traído esos donuts tan tiernos que hizo durante su vigília....pero a él tambien le ocurrirían cosas.
Espero tus noticias a no más tardar. si es posible.
A veces, escribir los fantasmas que acompañaron a uno desde pequeño es la mejor manera de contar la realidad.
Gracias a tod@s.
gracias a ti jack.Lo que nos das en tus post es mucho.
un beso y buenas noches
Amigo Jack.
La cárcel del barrio me parece tan distinta desde tu mirada y tus palabras. Alguna vez he pasado por delante, pero siempre evitando imaginar las historias que encerraban aquellos muros custodiados por las garitas y por el espino amenazante. Corredores salpicados de orín, óxido, sueños estrellados y libertades enterradas.
Esta cárcel de Ranilla es como una brecha profunda de aquella herida sangrante de la Sevilla de Queipo de Llano. El recuerdo de historias que a menudo tenían dos versiones.
Y la veo en blanco y negro, como si fuera un espejismo de la historia, un fantasma de hormigón.
Veo en tus fotos el arco de entrada que algunos atravesaron de manera triunfante recuperando su libertad,la que perdieron en algun momento de la forma mas insospechada, ellos los mas afortunados. Seguramente sea lo unico que quede en pie de la carcel del barrio, si esta memoria acribillada es capaz de sostenerlo con sus manos cansadas y envejecidas. A modo de monumento a las libertades perdidas y como recordatorío de lo que fue.
Jack has conseguido sumirme en un ambiente de melancolía, por la tristeza de lo no vivido y por aquellas historias que no he escuchado.
"Pellizquito" que me da este post, por tocarme tan de cerca, de la ciudad que calla las historias mas maravillosas y mas ruines, las de su propia historia.
Saludos a todos
Hola:
Esta historia ¿Es real?
Si lo es, no quisiera ser tu vecina de la lado y del 2º.Ja,ja,ja.
http://usadastangas.blogspot.com/
bonito blog, visita el mio besos de carla
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