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30 octubre 2008

Tecnología manchada de sangre


Hay quien afirma que tras todo lo que está sucediendo en la República Democrática del Congo se encuentra la ambición obscena por enriquecerse a costa de un mineral escasísimo y de incalculable valor: el coltán.

El coltán es en realidad la contracción de dos minerales, la columbita y la tantalita que son muy escasos en la naturaleza. Entre sus propiedades destacan la superconductividad, la capacidad de soportar temperaturas muy elevadas, la capacidad de almacenar carga eléctrica temporal y liberarla cuando se necesita, y la alta resistencia a la corrosión y a la alteración.

Todas esas propiedades lo hacen material idóneo para el uso extraterrestre en la Estación Espacial Internacional y en futuros proyectos espaciales. Además, es fundamental en el desarrollo de nuevas tecnologías como telefonía móvil, fabricación de ordenadores, videojuegos, armas inteligentes, implantes en medicina, levitación magnética y un largo etcétera.

Uno de los mayores productores de coltán a nivel mundial es la República democrática del Congo, donde se calcula que se produce cerca del 80 por ciento de la producción mundial. El 60 por ciento de dicha producción se destina a la telefonía móvil, alcanzando un precio de mercado de aproximadamente 500 $ el kilo.

Su explotación siempre está ligada a conflictos bélicos para conseguir el control de este material y a unas condiciones de explotación que rozan la esclavitud. Además suele venir acompañada de graves desastres medioambientales y enormes repercusiones para la fauna local de especies protegidas como los gorilas y los elefantes. Los métodos de extracción, además de inhumanos, son altamente peligrosos para la salud.

Los grupos rebeldes del Congo trafican con coltán para conseguir armas, en un país de 60 millones de habitantes, donde el 50 por ciento de la población son menores de 15 años. Se calcula que hay unos 20.000 mineros que cobra 10 dólares por cada kilogramo de mineral extraído que después alcanza en el mercado precios de más de 5000 dólares por kilo.

Una serie de multinacionales de la que habitualmente vemos en los salones de nuestras casas y en los aparatos que utilizamos a diario se benefician de esta situación, sin importarles los ríos de sangre y la ristra de cadáveres que provoca. El resto lo dejo al peso de tu conciencia.

¿Acaso los avances tecnológicos merecen la pena cuando llevan implícito el derramamiento de sangre? ¿Seremos capaces de seguir mirando hacia otro lado, a lomos de nuestros ordenadores ultrarrápidos mientras se paga con vidas humanas la confección del chip o la batería?

¿Para cuándo consumiremos sólo productos que se ajusten a un código ético que respete los derechos humanos?

Está en nuestras manos, no eludamos la responsabilidad.

Gracias, Chema.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por desgracia no estamos sólo hablando de tecnología. El 99% de los productos de consumo apestan a explotación, miseria y perjuicios medioambientales: desde los balones de Nike, a los juguetes Made in China, pasando por productos como la Soja, que empieza a tener una condiciones de cultivo y explotación semejantes a la cocaína.

Qué hacer? No consumir nada?

Gregorio Verdugo dijo...

Es complicado, Coyote. Pero ¿no crees que los consumidores deberíamos de empezar a preocuparnos por implantar nuestras reglas y no las de los fabricantes?.
Si ellos carecen de ética, tal vez sea el momento de demostrarles que nosotros sí la tenemos.