cabecera_tipográfica_trans

09 junio 2008

De vuelta al acoso

A las ocho en punto de la mañana atravesé la puerta de entrada, una hora muy poco torera. Nunca me ha gustado ser el centro de todas la miradas, pero estaba mentalizado de que iba ser así y de que no podría evitarlo. Sentí miles de ojos curiosos posándose sobre mí, cientos de mentes ajenas imaginando por un momento que podrían haber sido yo, averiguando las consecuencias que les hubiera acarreado pasar por el mismo trance. Casi ni se atrevían a saludarme, como si fuera un apestado. El temor amenazante tras sus pupilas de incertidumbre les atenazaba los músculos y la voz. No los culpo, ellos son también víctimas en potencia, aunque no lo saben y tienden a creer, en un colapso de esperanza, que jamás les tocará a ellos.
Yo me sentía seguro, más fuerte que nunca. Acababa de cruzar un océano tenebroso y violento y había conseguido salir milagrosamente indemne. Mis amigos, los de verdad, los de pura cepa, pronto acudieron a abrazarme, a mostrarme su solidaridad y apoyo a prueba de bombas. Eran conscientes del trago que me esperaba a la llegada a mi puesto de trabajo de toda la vida y me enfrentara a los ojos de mi acosador. Veintiocho años de mi vida empleados en el mismo lugar con constancia de picapedrero.
Después, lo previsible, la hipocresía cabalgando los pasillos y la inquina sentada en las mesas, frente a los ordenadores encendidos. Miré a la cara ojos que no dicen nada, que son incapaces de hablar porque no tienen humanidad sobre la que asentar su discurso. Y me sentí indiferente, ni siquiera con ganas de venganza.
Sonreí como quien contempla la escena tantas veces vista de su película favorita. Cuando tomé posesión de mi espacio brotó como una cascada salvaje toda mi fuerza interior. Estaba más vivo que nunca y con la última satisfacción en los labios del general que ha ganado una de sus más importantes batallas.
Aunque parezca increíble, corroboré al momento que no han conseguido cambiarme.
The game is not over.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando uno ha atravesado el océano de negras aguas embravecido, ha tragado la agua salada de muchas lágrimas, ha sido engullido sin piedad y aún así ha seguido llenando los pulmones de aire mientras nadaba sin parar,uno se dá cuenta de que los naufragos existen como prueba irrefutable de que se puede luchar.
Estamos ahí contigo!

Anónimo dijo...

Ya ves! cuando nos enfrentamos a ciertas pruebas personales y las vencemos, agregamos a nuestro equipaje algo más importante que un cepillo de dientes.

Fuerte beso, valiente y humano jack.

beso para lp y moro.

Anónimo dijo...

Enhorabuena!!!! No es fácil lo que has hecho, pero lo has hecho!!!!! Me alegro mucho de verdad carmen

Gregorio Verdugo dijo...

Gracias por vuestro apoyo. Sin vosotrosw estoy seguro que hubiese sido muy diferente. Continuaremos la lucha, sin descanso.
Un abrazo.