Al alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, le ha tenido que pedir el portavoz adjunto del Partido Popular en el ayuntamiento, Francisco Pérez, que suprima un contrato de publicidad de 500.000 euros de la Gerencia Municipal de Urbanismo, que pretende hacer publicad durante un plazo de dos años de obras ya realizadas.
Lo de don Alfredo con la publicidad debe ser una obsesión arrastrada desde sus años mozos, porque primero nos embarcó a todos los sevillanos en “la construcción de un sueño” que rozó el umbral de la pesadilla y luego nos puso a levantar “la ciudad de las personas”, aunque sea las de las personas que abandonan la capital y se marchan al Aljarafe sevillano, para disfrutar de una mayor calidad de vida y una menor sangría impositiva.
Raro es el año en que Monteseirín no nos acaballa en un eslogan publicitario que hace más de cortina de humo para que no veamos el horizonte incierto, que ilusionarnos en algo que luego se ve incapaz de vender.
Es curioso, pero el parto de su incombustible cerebro conocido como la AIE de Sevilla, la Agrupación de Interés Económico que engloba a las cuatro principales empresas públicas del Ayuntamiento de Sevilla, es decir, limpieza, agua, transportes y vivienda, consume cada año unas partidas en publicidad desorbitadas. Hace dos años, que yo sepa, el presupuesto rondaba los 60 millones anuales de las antiguas pesetas por empresa, que no está nada mal.
Lo más extraño de todo es que se trata de empresas cuasi monopolistas, es decir, sin competencia alguna en su sector de mercado y que suelen ser utilizadas más veces de lo debido como feudo de desahuciados políticos.
Sin embargo, la AIE de Sevilla, ese ente cuyo principal objetivo parece ser pagar tres por lo que hasta hace dos días se pagaba dos, no perdona su presupuesto anual de publicidad.
Alrededor de tamaño festín siempre revolotea algún buitre, eso es indudable, y en este caso quienes se frotan las manos ante las inclinaciones del regidor de publicitar lo invendible son las empresas de artes gráficas y los destinatarios naturales de la publicidad: los medios de comunicación.
Es curioso, pero los medios sevillanos, que saltan a la yugular del más pintado a las primeras de cambio con tal de obtener un buen titular, jamás han denunciado ante la opinión pública los excesos publicitarios de don Alfredo, no vaya a ser que se queden sin la porción correspondiente de la tarta. Además del engorro que supone que la ultrajante noticia comparta cabecera con la aireación a bombo y platillo de que Sevilla, después de miles de años de historia, por fin se haya convertido en “ciudad de personas”.
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