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06 abril 2015

Un no valiente y de sentido común

Durante su intervención en el mitin electoral celebrado en el Velódromo de Dos Hermanas el pasado 20 de marzo, la candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía por Podemos, Teresa Rodríguez, apeló a “la valentía y al sentido común”, a la hora de enumerar sus propuestas para gobernar esta tierra y llevarlas a cabo. 

No le falta razón: jamás el miedo provocó cambió alguno y sin sentido común es imposible transformar la realidad. Por eso ahora, una vez conocido el resultado de las votaciones y revelada la imposibilidad del PSOE para gobernar en solitario, es cuando más falta hace poner en práctica esas dos cualidades imprescindibles.

Si Podemos facilita la investidura de quien lleva casi cuatro décadas gobernando esta tierra como si de su cortijo se tratase estaría levantando la primera palada de su propia tumba. El PSOE a día de hoy es, junto con su reflejo el PP, la representación más fiel de todo lo que los votantes del partido morado aspiran poder cambiar algún día. Sobre las consecuencias de poder alcanzar con el partido del puño y la rosa algún pacto o acuerdo puntual harían bien en volver la mirada a los dirigentes del PA e IU, que tienen como para escribir tres libros al respecto. 

Lo valiente y de sentido común es decir no, sean cuales sean las consecuencias de esa postura y más cuando no hacen ascos en mirar con descaro a la nueva derecha para tal fin. Si tan bueno es el sistema que dicen representar y defender, nos les importará en absoluto retratarse con populares o ciudadanos para salvaguardarlo. Y si no, pues que de nuevo hable el pueblo y luego ya se verá. Sería de necios suicidarse en la primera ocasión que se obtiene representación y menos sin garantía absoluta de cambiar nada, porque hay que ser crédulos e ingenuos para fiarse de cualquier pacto alcanzado con los socialistas. 

No creo que el sentir del voto ciudadano a Podemos sea el de sostener a quienes tienen buena parte de culpa de la mayoría de los males que padece esta tierra. Pero es que además está el programa, que se ha vendido a la gente como un contrato con la ciudadanía de obligado cumplimiento. En tal caso, hay que dar la cara y cumplir.

Si se afirma desde un programa electoral que “tenemos la firme determinación de convertirnos en esa escoba que levante las alfombras y barra la corrupción generalizada de nuestras instituciones”, no se puede colaborar en que siga en el poder el partido que acapara la amplia mayoría de los casos de esa corrupción que nos ahoga y amenaza con asfixiarnos.

Si se promete que se va a luchar contra “un sistema que ha convertido a la Administración en una segura correa de transmisión del aparato del partido en el gobierno”, no se puede ser cómplice en que el partido que ha creado y estimulado esa red clientelar durante décadas continúe ostentando el poder, bajo la ridícula promesa de que disminuya el número de sus integrantes..

Y si se defiende que se va a “modificar el modelo productivo sobre el que se ha asentado el desarrollo desigual y dependiente andaluz durante las últimas décadas”, difícilmente se logrará si la opción elegida es mantener en el gobierno al mismo partido que lo propició y lo consolidó.

En aquél mitin que rompió todas las expectativas, la candidata de Podemos Andalucía afirmó en relación a los desahucios, que “las instituciones deben ser los compañeros del pueblo frente a los bancos”. Perfecto. Ahora toca entonces aplicar la misma lógica al asunto de la investidura de Susana Díaz.

Los cambios valientes y con sentido común requieren que las fuerzas políticas que pretenden protagonizarlos sean las compañeras del pueblo frente al inmovilismo de los privilegiados y no al revés. Como reza en el propio programa electoral de Podemos, “la ciudadanía debe estar en el centro de la política”. 

En tal caso, y ante un tema de tan vital trascendencia como es la toma de una postura decisiva de cara a la elección de la presidencia de la Junta de Andalucía que gobernará esta tierra durante los próximos cuatro años, lo ideal es que quienes le otorgaron los votos hagan valer su voz. Es decir, convocar un referéndum entre las bases del partido. Es sin duda lo más valiente. Y no está exento de sentido común.

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