A esos sesudos comunicadores que redactan los programas
electorales de los partidos políticos deberían otorgarles el premio Nobel a la
ciencia ficción. O eso o hacer una declaración universal manifestando lo dura
que la tienen ciertos políticos a la hora de pasarse por el forro de los
caprichos lo comprometido en tales arengas textuales al buen hacer y la
sensibilidad social.
Durante la campaña electoral a la alcaldía de Sevilla de
2011, el actual alcalde, Juan Ignacio Zoido, presentó un programa bajo un
título de lo más sugerente: La
Sevilla que queremos. El mamotreto de 176 páginas es prolífico en
fotografías photoshopeadas que dibujan una ciudad envuelta en un manto onírico,
como de sueño albergado en el deseo de todos. Y a fe que le dio resultados, vistos
los veinte concejales del ala que arrancó en la urnas. Una mayoría absolutísima.
Ocurre que si las mayorías absolutas pervierten la voluntad
de los políticos encargados de administrarlas, de las absolutisímas mejor ni
hablar. En aquel cuento siempre de final feliz, Zoido nos embelesaba con hacer
de Sevilla “una ciudad saludable, sostenible y con unos servicios públicos de
calidad”, todo ello reforzando con el poder sugestivo de las negritas los
adjetivos y las ideas más sugerentes.
Decía el ahora alcalde que haría de la “ejemplaridad en el
uso del dinero de los sevillanos” su estandarte, claro que por entonces no
había ninguna final de la Copa Davis que organizar ni ningún vía crucis con
catorce pasos cofrades pateándose las calles de Sevilla, por aquello de restar
atención a los azotes de la crisis y a los latigazos ferales de la corrupción
generalizada que asola el país.
De la misma manera nos prometía recuperar esa limpieza
ancestral de la Sevilla inmaculada que todos teníamos en nuestras mentes,
mejorar la calidad de vida de los ciudadanos reordenando el caos del tráfico,
recuperar el patrimonio y respetar el legado cultural, rediseñar Emvisesa y
favorecer las buenas prácticas en materia de sostenibilidad, amén de incrementar
de manera considerable las políticas sociales del Ayuntamiento, por aquello de
la tan añorada cohesión de la ciudad.
Nada mejor para conseguirlo que afrontar la huelga de
Lipasam más desastrosa de la historia, cargarse el Plan Centro sin otra
alternativa que cada cual sortee los vehículos en el centro de la mejor manera
posible, cepillarse el proyecto del Caixaforum en las Atarazanas y convertir un
edificio emblemático como La Gavidia en otro centro comercial, condenar
Emvisesa a la inopia, con la que está cayendo en materia de vivienda en esta
ciudad, apoyar
un dragado de profundización del Guadalquivir que es de todo menos sostenible
y cepillarse de un plumazo a los trabajadores sobre cuyas espaldas recaía
íntegro el peso de las políticas sociales de la ciudad. Todo un logro a tan
sólo un trimestre de cumplir su segundo año de mandato.
Pero no contento con esto, quizá alentado por los lúgubres
augurios que le adjudican las encuestas como flamante líder del PP andaluz, ha
querido ir a más y ha afirmado sin remangarse que su
modelo es el de María Dolores de Cospedal en Castilla-La Mancha. Algo que
tampoco figura en el programa electoral por ninguna parte, a no ser que haya
sido un lamentable olvido.
Porque en ninguno de sus más de 170 folios se especifica
recorte alguno a los funcionarios públicos, tampoco en sanidad con dilapidación
de las urgencias, ni en educación con despidos de profesores y cierres masivos
de escuelas, ni de reducir en casi el 60% los empleos en dependencia. Eso por
no hablar de suprimir
el agua mineral a los enfermos de los hospitales o de declarar de manera
solemne los despidos masivos como “bien
común a la comunidad”. Sin entrar en otras nimiedades.
El tirón de orejas de los sondeos ha logrado que Zoido
enseñe la patita por debajo de la puerta y también la metamorfosis de aquel
hombre campechano y cercano que la estrategia electoral tanto aconsejó alejarse
de la marca PP si quería tener opciones de ganar en Sevilla. De ahí que ahora,
una vez devuelta al armario la máscara de Caperucita, se ha puesto manos a la
obra exigiendo a la Junta una
hoja de ruta para los ajustes —léase recortes—, seguramente porque la
impaciencia ya le puede. Y es que Zoido, cuando aún le quedan más de dos años
de mandato, ya va sobrado. Algo que en el PP tiene la fea costumbre de acabar
convirtiéndose en un serio problema.
Artículo publicado en sevilla report.
1 comentario:
Un artículo muy bueno !
Mark de Zabaleta
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