Mientras
el drama se extiende por ciudades y pueblos, los políticos se esmeran en
perfeccionar la anacrónica política del avestruz. Y Sevilla, la ciudad que vive
estancada en su propio ombligo, no iba a ser inmune a tan cruel azote.
Familias
enteras son expulsadas de sus casas como consecuencia de la plaga de exterminio
de una crisis que no han provocado, mientras se dilapidan millones de euros de
dinero público en salvar a una banca usurera y codiciosa que nos ha arrastrado
a todos hacia el lodo de la miseria. Y
al tiempo que ese drama se expande como una epidemia letal, nuestros políticos
siguen optando por la ya clásica actitud de mirar hacia otro lado.
En
la capital hispalense las corralas proliferan como la maleza en suelo fértil.
Hay necesidades que no pueden esperar, sobre todo si son los hijos pequeños los
primeros damnificados de los errores de los adultos. Los políticos no quieren
enterarse. Ante la dejadez y el abandono no cabe otra cosa que rebelarse y
luchar. Y a eso se agarra la gente como a un clavo ardiendo.
El
alcalde, Juan Ignacio Zoido, ya ha manifestado públicamente que está
en contra de las ocupaciones, no le gusta eso de que personas asoladas por
la desesperación le echen valor al asunto y se metan en viviendas inutilizadas
desde hace años antes que verse abocadas a vivir en la calle como indigentes.
Al alcalde no le agrada que la gente defienda su dignidad de personas con las
pocas herramientas de las que dispone.
Tampoco
quiere adherirse
al Fondo Social de Viviendas para desahuciados, que permite el acceso a
esas miles de viviendas que agonizan inservibles en los balances de las
entidades bancarias que nos han llevado a la quiebra, a cambio de un alquiler
social. En la ciudad hay ya disponibles 43 inmuebles listos para adherirse a
esta fórmula de suma urgencia. Aduce que su equipo “está estudiando otras medidas”. Hasta ahora se desconoce cuáles.
Pero
mientras el alcalde impone la espera a mazo y martillo, los
datos que hace públicos en Consejo General del Poder Judicial son demoledores
y ponen de manifiesto una realidad incuestionable: no hay lugar para la espera.
Hay que actuar ya y solucionar los problemas de la gente con eficacia.
No
es de recibo que tenga que ser Europa, veinte años después, quien
venga a decirnos en una sentencia que nuestros políticos han estado
practicando la política del avestruz durante dos décadas, mientras los
ciudadanos pagan sus terribles consecuencias en sus propias carnes. Y, cómo no,
la peor parte se la están llevando los más débiles.
Como
máximo dirigente de la ciudad que le designó para que la dirigiese, Zoido tiene
un responsabilidad directa que no puede eludir: el bienestar de los sevillanos.
Aquella ciudad que dijo que iba a estar al servicio de sus habitantes durante la
campaña electoral es la que ahora se ve obligada a efectuar este tipo de
acciones ante la inoperancia de quienes deberían solucionar problemas tan
básicos.
En
medio de una terrible crisis como la que nos sacude es de una irresponsabilidad
incalculable desmantelar el parque social de viviendas que gestionaba OTAINSA.
En estos momentos hubiera sido una herramienta valiosa a la hora de aliviar
muchos de los problemas que nos acucian. Y sin embargo se hizo por motivos
políticos, sin importar las consecuencias que pudiera conllevar. Ahora estamos
pagando los réditos de este tipo de decisiones, además con una crueldad
inusitada.
Mientras
los políticos sigan ofreciendo este vacío de soluciones, este páramo inhóspito
ante la desilusión, la guerra de los techos continuará. Y cada vez se alistarán
más soldados a ese ejército invisible. Sencillamente porque la desesperación
suele ofrecer escasas salidas, señor alcalde.
Artículo
publicado en sevilla
report.
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