Una fuente muy próxima al equipo de gobierno del Ayuntamiento de Sevilla comentaba ayer, a colación de la huelga de basuras que ha asediado a la ciudad durante once días, que nunca hay un solo motivo para un conflicto ni un único culpable, sino que siempre es fruto de un cúmulo de circunstancias. Y puede que tenga toda la razón, pero también es cierto que hay quien, no se sabe por qué extraño motivo, tiene la fea costumbre de apagar los fuegos con gasolina en vez de con agua, como todo el mundo.
A los trabajadores de Lipasam quizá se les pueda achacar la desproporción de la medida escogida para resolver el conflicto y el que aferrarse a una bolsa de trabajo que tenía todos los visos de ilegalidad flagrante no conduce a ningún sitio. Esto último lo tenían prácticamente asumido y sabían que más temprano que tarde iba a llegar.
Sin embargo, ¿alguien me puede explicar por qué una plantilla que ronda las 1.500 personas iba a declararse durante once días consecutivos en huelga, con lo carísimo que eso sale a sus bolsillos, para al final acabar consiguiendo lo que ya tenían firmado desde un año antes y puesto en práctica desde principio de septiembre? Algo no cuadra en esa ecuación que concluyó con las calles de Sevilla inundadas de basura y con los ciudadanos con cara de estúpidos. La gente no suele perder dinero y jugarse su puesto de trabajo por amor al arte, o como comentaban los propios trabajadores ayer en la asamblea “¿nos hemos vuelto tontos o qué?”.
Aquí hay alguien que ha jugado a ser protagonista sin figurar en el reparto, a pretender colgarse una medalla en una guerra que no estaba ni siquiera declarada. Es probable que el Ayuntamiento esté en el espíritu del acuerdo de abril de 2012 y que alguien se ha pasado de listo y lo ha metido en un marrón. Cosas peores se han visto. Aunque si se piensa bien cueste bastante creerlo.
Lo cierto es que a Maximiliano Vílchez, que suele ir por la vida a lo Clint Eastwood, puede que se la haya colado un gerente, Paco Pepe para los amigos, que se jacta de utilizar los mismos métodos de los que tanto suele hacer gala el concejal de urbanismo. La política de hechos consumados y de no hacer prisioneros ha traído bastantes disgustos a más de un equipo de gobierno municipal. Y lo cierto es que hay un obstinado empeño en no aprender.
Parece mentira que Zoido caiga ahora, tanto tiempo después, en el mismo error que Monteseirín cuando nombró a aquel fenómeno llamado Arizaga como gerente de Tussam. Sobre todo porque el hoy Alcalde vivió aquella frustrante experiencia en primera persona, cuando todavía era líder de la oposición y se comprometió durante la campaña electoral a solucionarla una vez lograse la alcaldía.
Las empresas municipales necesitan como agua de mayo buenos gestores, gente profesional y capacitada que saque el máximo rendimiento a los ingentes recursos que se ponen a su disposición a costa del bolsillo del contribuyente. Ese rendimiento se tiene que traducir en servicios públicos de calidad a un coste razonable.
Lo que sin duda ninguna sobra en las empresas públicas es ese tipo de gerente manirroto con ínfulas de dictador, que se instala en la poltrona arropado por un sueldo millonario y conduce la empresa como si aquello fuese su cortijo particular.
De ésos, la experiencia enseña que, amén de dejar la empresa en un estado de ruina mayor del que tenía cuando se hicieron cargo de ella, rara es la vez en que su gestión no acaba con un conflicto enquistado y con el clima laboral como el rosario de la aurora. Aunque si a Vilches al menos le sirve de lección, tal vez no esté todo perdido.
Nuestra crónica de lo acaecido ayer en la asamblea de Lipasam que desconvocó la huelga la tenéis en “La huelga de basuras que nunca debió existir”, cómo no en sevilla report.
1 comentario:
Un gran artículo.
Mark de Zabaleta
Publicar un comentario