“El culto a la objetividad provoca que los reporteros que
presencian tragedias y sufrimientos cuyos responsables están perfectamente
identificados vean que sus crónicas terminan llegando al público descafeinadas
y desteñidas tras atravesar los filtros de los jefes de redacción y los
directivos de despacho. La objetividad se ha convertido en elemento de culto
para evitar enfrentarse a verdades desagradables o disgustar a una estructura
de poder de la que dependen los medios de información para obtener beneficios o
incluso sobrevivir.
Ese culto transforma a los reporteros en observadores
neutrales o voyeurs. Si trabajan en televisión prácticamente se han convertido
en webcams que no expresan nada, y si escriben se dedican a transmitir
fríamente datos y números que no ayudan a comprender los acontecimientos. El
periodismo actual destierra la empatía, la pasión y el afán de justicia. A los
reporteros se les permite mirar, pero no sentir, ni hablar con su propia voz.
Actúan como “profesionales asépticos” y se consideran científicos sociales
desapasionados y desinteresados. Los nuevos profesionales tienen pánico a
insinuar un mínimo de posicionamiento ante cualquier acontecimiento. O lo que
es peor, reproducen las líneas informativas y editoriales señaladas por sus
superiores y las agencias para no ser marcados ideológicamente. Así creen ser
neutrales, pero no lo son, simplemente se convierten en operarios
despersonalizados y desideologizados que abandonan cualquier iniciativa y
principios.”
Pascual Serrano en “El
periodismo necesita corazón”.
3 comentarios:
Si los policías pegan por dinero, como algunos mantienen, que diferencia existe con el periodista que por el sueldo mensual no escribe lo que ve y piensa?
Algunos podrán decir que las letras no dejan señales físicas, pero dejan profundas heridas psíquicas...
En mi opinión, que no es más que eso, una opinión, las noticias rara vez tienen dos caras. Así lo escribí una vez en este blog, comentando unas declaraciones de Ariana Huffington.
Un periodista no puede ser inmune a lo que piensa y a lo que siente, no puede apartar los pensamientos y los sentimientos a la hora de escribir e interpretar los hechos, pero cuando los hechos demuestran una injusticia evidente tiene el deber moral de denunciarla y declararla como tal, no disfrazarla bajo una presunta objetividad que desfigure la realidad ante los lectores.
Por tanto, el periodista que no escribe lo que ve y piensa sólo por el hecho de conservar el salario, aunque es muy duro perderlo, no está ejerciendo correctamente su profesión.
En mi caso, he tenido alguna experiencia al respecto que ha estado a punto de costarme mi puesto de trabajo, aunque afortunadamente al final no ha sido así.
Y sí, las letras, o más que las letras las desfiguraciones intencionadas de la realidad a través de los medios, dejan una huella muy profunda en la cultura y el carácter de los pueblos.
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