El Cádiz de finales de 1931 no era tan distinto del actual o, al menos, se observan bastantes elementos comunes.
Con la 2ª República con apenas seis meses de vida, las demandas económicas y
sociales tenían tanta o mayor importancia que las participativas tras la sequía del
período dictatorial. La crisis interna ahogaba a la sociedad española y las
consecuencias del crack de 1929 todavía eran latentes y pesaban lo suyo.
Con la llegada del nuevo régimen, las expectativas de
recuperación de mejoras laborales y del poder adquisitivo perdido durante la
dictadura se dispararon. A ello había que sumar el problema de un paro que no
dejaba de crecer y que se convertía en una lacra que hoy ya legendaria en la
ciudad.
Reivindicaciones como el abaratamiento de las subsistencias,
las rebajas del precio de los alquileres y la paralización de los desahucios
eran moneda corriente. En estas luchas, el anarcosindicalismo siempre tuvo un
papel protagonista. No en vano, la creación de las Ligas de Inquilinos al final
de la primera década del siglo consiguieron una fuerte implantación en ciudades como
Sevilla y Barcelona. También las denominadas Comisiones de Defensa Económica
(CDE), cuya finalidad era la rebaja de los alquileres y subsistencia, y de las que
fue pionera la creada en la Ciudad Condal en la primavera de 1931.
En Cádiz, la CDE se creó durante el verano y con el apoyo de
la Federación Local de Sindicatos Únicos de Cádiz y de otras sociedades de la
UGT y Autónomas de la ciudad efectuó gestiones ante las autoridades
gubernativas y patronales que desembocaron reiteradamente en fracaso. Así las cosas, la
Comisión de Defensa Económica de Cádiz decidió convocar una huelga general de 24 horas
para el lunes 5 de octubre de 1931.
Ya durante aquel estío, en Sevilla, un conflicto parcial en
una fábrica cervecera terminó convirtiéndose en una huelga general que acabó en
sangrientos enfrentamientos entre afiliados de diferentes sindicatos, las
fuerzas de orden público y del ejército y la actuación de bandas paramilitares
de extrema derecha. Los paramilitares asesinaron a cuatro obreros en el Parque
de María Luisa.
En el transcurso de la huelga general gaditana se produjeron
manifestaciones violentas y enfrentamientos con las fuerzas del orden y su
convocatoria fue considerada como un hecho revolucionario por las autoridades y la prensa local de la época. La huelga paralizó
casi por completo la ciudad, desde las tareas portuarias a las grandes industrias
de la ciudad como Construcciones Aeronáuticas y la Fábrica de Tabacos. El
comercio cerró, salvo algunos cafés y bares, y los barcos que comunicaban ambos
lados de la bahía no salieron.
La gente se concentró en la plaza del Ayuntamiento y, tras
ser desalojados por la Guardia Civil, se desperdigaron por diferentes calles de
la ciudad. Tras cortar el fluido eléctrico del tranvía mediante el lanzamiento
de un adoquín desde una azotea sobre los cables y apedrear un convoy, la
Guardia Civil cargó.
En varios puntos de Cádiz se produjeron enfrentamientos y
tiroteos. En uno de ellos, el ocurrido en el compás de la plaza de santo
Domingo, el teniente del ejército Juan Riaño Castro resultó herido cuando
acompañaba al coronel José Enrique Valera para atender a un hombre que yacía en el suelo. Además se produjeron cuatro heridos
leves por disparos de las fuerzas del orden.
Las autoridades intentaron presentar los hechos ante la
opinión pública como un atentado organizado contra la figura del coronel y la
huelga como un acto revolucionario dirigido por los más destacados miembros
del anarcosindicalismo gaditano.
El resto de esta apasionante historia lo podéis leer en “El
mito del atentado al coronel Valera y la represión golpista del
anarcosindicalismo gaditano (1931-1938)” (PDF 4 MG), un trabajo del
psicólogo e historiador José Luis Gutiérrez Molina y el Grupo de Trabajo
“Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía”. Interesante documento
que nos llega por gentileza de todoslosnombres.org,
como no podía ser de otra manera.
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