Había que hacerlo parecer diferente, que se notara de alguna
manera que el color que preside la Moncloa era otro, distinto por completo al
anterior. Y para ello nada mejor que los métodos y las formas.
Cualquiera que haya estado en las manifestaciones y concentraciones posteriores de ayer por elaniversario del 15M no hubiera tenido ninguna dificultad en deducir que la gente sólo quería desobedecer, manifestar su indignación diciendo un no rotundo a las órdenes que les imponía cuándo y hasta qué momento podía expresar su protesta por lo que está ocurriendo. Nada más, ni nada menos.
Cualquiera que haya estado en las manifestaciones y concentraciones posteriores de ayer por elaniversario del 15M no hubiera tenido ninguna dificultad en deducir que la gente sólo quería desobedecer, manifestar su indignación diciendo un no rotundo a las órdenes que les imponía cuándo y hasta qué momento podía expresar su protesta por lo que está ocurriendo. Nada más, ni nada menos.
Pero había que dar la nota de color, el matiz diferente,
innecesario, para que se notara quién está al mando, quién dispone a su antojo
de las vidas de los demás sin que haya lugar a discrepancia ni oposición
alguna. Había que dar un puñetazo en la mesa, aunque fuera a horas
intempestivas de la madrugada. Había que lucir el poder y ejercerlo, que no se
diga, que no se cuente, que no se crean…
Y así lo hicieron, en una operación orquestada y
sincronizada, en casi todas las ciudades españolas donde la gente decidió salir
a la calle a manifestar su repulsa. En algunos lugares, como
Madrid, con incidentes, porrazos, carreras y detenciones. En otros, como
Sevilla, de una manera
más amigable, pero con la misma determinación. El mensaje, sin embargo, era
el mismo: el Gobierno no permite, no consiente, no tolera.
Cualquier noche de movida hubiera habido la misma gente o
más en las setas que ayer. En cualquier calle de las clásicas en la noche
sevillana había más gente y armando más alboroto. Pero éstos no se dedicaban a
debatir, a expresar propuestas para manifestar su oposición frontal a las
medidas que se están tomando y a cómo está evolucionando y en qué se está
convirtiendo esto que se llama democracia y que entre todos decidimos que es el
mejor sistema de convivencia del que nos podríamos dotar.
No, éstos sólo se dedicaban a beber en plena calle y ligotear
unos con otros, a quemar una noche de sábado cualquiera, como tantas otras, a
la espera de una mañana de domingo resucitadora. Éstos no tenían peligro
ninguno. Y con los otros había que transmitir a la opinión pública que otra
forma de hacer las cosas, más determinante, inflexible y cuadriculada se había
asentado en la Moncloa. Y así lo hicieron, para que se notara.
2 comentarios:
Parece ser que se sienten respaldados por 10 millones de votos que le dieron su confianza para hacer lo que hacen aunque no lo explicaran en su programa electoral... ni falta que hace: ¿quién lee un programa electoral?
Pasé a saludarte y a decirte uqe estoy muy de acuerdo con tus rextos. Un saludo.
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