Uno de los propósitos de enmienda que emanaron del 38 Congreso del PSOE y que se impuso su nuevo secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, como su más primordial objetivo era la recuperación del pulso con la calle.
El acortar distancias con esa ciudadanía que había decidido abandonarlos en las últimas elecciones generales en un número redondo de 4,5 millones de electores se convirtió en prioridad para una clase de dirigentes políticos que aún no había acabado de digerir bien el rotundo mensaje de las urnas. Sin embargo, o el mensaje se ha malinterpretado o, lo que es peor, el desprestigio del PSOE va en caída libre y amenaza con convertirse en tendencia.
Lo que se trató de vender como renovación profunda acabó retratado para la posteridad como una rutinaria sesión de maquillaje que los últimos acontecimientos políticos no han hecho más que reafirmar. El continuismo parece garantizado en un partido que ha perdido el rumbo en su propia descolocación dentro del espectro político y al que cada vez le cuesta más encontrar el cordón umbilical que le unió antaño con la ciudadanía. Parece difícil, cuando no imposible, que por los derroteros por los que mueve el PSOE en la actualidad se vaya a volver a encauzar esa relación con los ciudadanos que los aupó al poder.
Los socialistas todavía no se han percatado de que, más que los discursos, son sus actos y comportamientos cotidianos los que marcan el kilometraje que les separa de los ciudadanos. El ultimo ejemplo ha sido el fichaje de la ex vicepresidenta del Gobierno por la multinacional Endesa a tan sólo tres meses de que abandonara el poder. Una gran parte de la militancia y también de los dirigentes considera que este movimiento daña la imagen progresista del PSOE y que supone un grave obstáculo para la estrategia de reconstrucción del partido de su nuevo líder, Rubalcaba. González, Solbes y muchos otros son antecedentes válidos de la estrecha ligazón, ya carpetovetónica, de los dirigentes políticos con la élite empresarial, en lo que se ha dado en llamar la puerta giratoria de la política con el poder económico, difícilmente digerible por los ciudadanos de a pie.
Pero no es el único asunto que pronuncia el distanciamiento. Posicionamientos recientes, como la abstención en la dación en pago para liquidar la deuda de las hipotecas, el reciente apoyo a una reforma financiera pensada en exclusiva para salvar a la banca, el rechazo a limitar las pensiones de los ex presidentes, y el mantener la dieta de alojamiento para los diputados con piso en Madrid, por poner sólo unos ejemplos, ayudan poco o nada a que su imagen pretendidamente progresista cale en la ciudadanía. Eso sin hablar de los casos de corrupción que están salpicando la actualidad andaluza en estos días.
Tan es así que, a pesar de que el porcentaje de españoles que desaprueba al gobierno haya subido en estos meses en 11 puntos y que la mayoría suspende al ejecutivo de Rajoy, el 75% de los españoles no confía en Rubalcaba y el 52% desaprueba su gestión como líder de la oposición, dejando al PSOE en un pírrico 24,4% en estimación de voto, 4,3 puntos menos que el obtenido el pasado 20N. Todo ello a punto de iniciarse la campaña de las andaluzas donde está en juego el último bastión del poder socialista.
Paralelamente a este declive imparable, existe una amplia red de militantes de base que, por completo ajenos a estas decisiones, está dando la cara día a día en la calle, en los puestos de trabajo, en las universidades o en la redes sociales, por fidelidad a unas siglas y a unas ideas. Son gente casi anónima, y sin otra responsabilidad que el puro ejercicio de su militancia desinteresada, que se ven despojados de argumentos una y otra vez por las decisiones y los comportamientos inadecuados de los cargos del partido y que tienen que apencar con resignación con el alud incesable de críticas de sus oponentes y de los ciudadanos en estos tiempos difíciles en los que el país parece condenado a despeñarse hacia el abismo.Una herramienta de incalculable valor para el partido a la hora de llevar su mensaje a los ciudadanos.
Jack Daniel’s Blog se ha puesto en contacto con algunos de ellos para tratar de sondear cómo viven la experiencia de estos momentos especialmente duros y cómo creen que se podría facilitar la salida a una situación tan delicada como la que atraviesa en la actualidad la marca PSOE en este país. Se les ha formulado cinco cuestiones sencillas y se les ha garantizado el anonimato para que se puedan expresar en total libertad. Algunos simplemente no han querido contestar, tal vez por aquello de que en boca cerrada no entran moscas. Este es el resumen de lo que han respondido quienes han optado por hacerlo.
¿No sientes a veces que los dirigentes del partido te dejan sin argumentos con sus decisiones y comportamientos?
La mayoría de los encuestados coinciden en reconocer que esta situación se produce bastante a menudo. La reacciones varían desde meterse bajo tierra y desaparecer, hasta no poder argumentar tales medidas y mantenerse en silencio. Los más optimistas entienden que, por muy difíciles que sean, basta indagar un poco para encontrar las causas de que se adopten. Aluden a que hay argumentos de sobra para defender la gestión socialista y que las decisiones no compartidas se critiquen en los órganos de los que el partido dispone para ello. Defienden que muchas de las veces la causa está en que no son lo suficientemente bien explicadas. Sin embargo, hay quien opina que la militancia en el PSOE está vacía de contenido, porque los dirigentes no oyen a las bases.
¿Cómo se sobrelleva eso cuando se está dando la cara a diario por unas siglas?
Entienden que es algo que se hace sin obligación alguna, y a veces hasta con gusto al tratarse de tu propia ideología, y que en momentos como este es mucho más importante. “Si tú no haces política, otros la harán por ti”, afirma uno de ellos. Es denominador común en todos el respeto a las siglas y a los principios por encima de personalismos y liderazgos, partiendo de que sólo desde dentro se pueden cambiar las cosas. Quienes no comparten las decisiones que se adoptan reconocen que en bastantes ocasiones tienen problemas dentro del partido por combatirlas y enfrentarse a quienes las llevan a cabo. También se quejan de los insultos y amenazas que en ocasiones reciben fuera del mismo por defender unas siglas. Defenderlas es a veces demasiado difícil, sobre todo si producen manifestaciones del descontento. “Al final te increpan a ti”, afirma otro.
¿Te ves obligado a hacer de tripas corazón y defender en público medidas o decisiones que no compartes en privado?
Casi siempre se hace de tripas corazón por responsabilidad, cuentan, aunque no siempre. Algunos en esto son bastante radicales, jamás defienden medidas que no comparten y que incluso critican abiertamente, especialmente cuando les hacen entrar en contradicciones con otras organizaciones en las que también se milita, como los sindicatos. Son aquellos que defienden que la sociedad no quiere un partido unido en falso y que no responde a su base ideológica. Una salida bastante habitual es no hacer referencia a los temas en cuestión para “no traicionarse a sí mismo”.
¿Te preocupa la desconexión cada vez más evidente entre el partido y la ciudadanía?
“Sí, es a donde hay que volver, el gran error”, nos dicen. Para algunos el último congreso ha sido una oportunidad perdida para ello. “No bastan unas primarias a la francesa, la gente quiere organizaciones donde la voz de cada afiliado cuente lo mismo que las de los dirigentes”, afirman. Hay quienes piensan que la desconexión real se produce entre el partido y sus bases y ello “resolvería gran parte del problema”. Sin embargo, hay quien va más allá y afirma que la desconexión es de la sociedad con la política, que está maniatada por el poder económico. Es lo que motiva que “gente que antes pasaba de la política ahora no lo hacen, afectados por el paro y la situación económica”. En general, opinan que la culpa es del propio partido por no comportarse “conforme a su ideología” y, en todo caso, por no explicar por qué se hacen ciertas cosas. “Hay que ser más sinceros y decirle a la gente las cosas claramente, sin mentir nunca al electorado”.
¿Qué podrían hacer para acortar ese distanciamiento?
Nuevas estructuras, nuevos canales de participación, mayor cercanía y normalización de la política son las más repetidas. Aunque el abanico en este apartado se abre bastante más pasando desde el abrir agrupaciones en los centros de trabajo y universidades, hasta convertir las agrupaciones locales “hoy muertas o simples sedes electorales” en cauce de conexión entre el partido y el ciudadano. Para algunos “hacer lo que se hacía antes, volver a las esencias, al contacto con la calle, escuchar explicar, hacer…”. Democratizar más el partido de manera que se impida que “vuelvan a ascender infiltrados cuyo único objetivo es el poder o no son lo suficientemente valientes para defender nuestra ideología”. En boca de uno de los encuestados, porque “a nadie le gusta sentir que, mientras uno está parado o su familia pasándolo mal, otros viajan a cuerpo de rey en primera clase, tienen dietas por representación y luego el Congreso esté medio vacío”.
1 comentario:
Hola, gracias por expresar lo que pienso. Creo que las andaluzas van a ser un hundimiento del psoe que va a posibilitar su refundacion o refundición. Soy militante de base y tengo 67 años, pero antes era sólo ugetista no liberada. DESEO que el psoe se hunda porque soy socialista de corazón y esta gente nos ha robado las siglas y el logo, enterrando el pensamiento de Pablo Iglesias.
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