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03 enero 2012

¡Feliz 2013!

Comienza el año con el dibujo de un horizonte aún peor del que con el que lo acabamos. El déficit, ahora deuda consagrada constitucionalmente, va a oscilar en este ejercicio alrededor del 8%, lo que supone una roncha de 38.000 millones de euros que habremos de saldar antes de que este año nonato expire. Con lo que ya ha caído sólo se han conseguido 16.500. Van a rascar hasta en las paredes.

De continuar con la tónica escogida hasta ahora, volverán a ser las rentas del trabajo quienes apoquinen con el 60% de semejante descubierto. Quienes ganen menos de 53.000 euros brutos anuales cargarán con la mayor parte del peso de la losa. Es la justicia de una democracia que pasa la factura de sus errores inherentes a los más débiles.

El desfase del déficit público ha venido propiciado por la incapacidad de las comunidades autónomas de contenerse. Instituciones gobernadas bajo la responsabilidad de los partidos políticos, de todos los colores y hechuras, que ahora hacen pagar a los ciudadanos el alto precio de su incompetencia. A algunas de ellas incluso las ha tenido que avalar el Estado para que no entraran en quiebra.

Da lo mismo quien haya estado al frente de cada uno de esos reinos de taifas, algunos incluso con embajadas, responsables ahora del sacrificio que tendremos que sufrir todos. Da igual las siglas que hayan estado al frente de cada institución Lo cierto es que son los ciudadanos quienes han sido acusados de vivir por encima de sus posibilidades, a pesar de que se trate de la mayor patraña inventada para esconder un realidad incuestionable; aquí los únicos que se han podido permitir ese lujo son quienes desde la política han propiciado tal desatino. Singularidad no tiene por qué significar despilfarro.

A pesar de las duras condiciones que tuvimos que soportar ya el año pasado, los ricos de este país lo son un 6% más cuando éste ha concluido. Las grandes fortunas y las grandes empresas y bancos se van de rositas de la debacle arropadas por una normativa confeccionada a su medida por los legisladores. Tampoco se ha retocado el gasto del Estado en materia religiosa, ni ahora ni antes, porque para la fe no existe la crisis, todo lo contrario, en estos malos tiempos la oración se convierte en la receta más impulsada y barata.

Para más inri, el paro se dispara y se ceba con saña en esta tierra en la que tanto daño hace. Al mismo tiempo, como una sátira sangrante, quien no ha dado un palo al agua en su vida hace fortuna con métodos de Alí Babá sin que nadie parezca hacer nada por evitarlo. Todo se está enfangando de un nefasto hálito cervantino.

Un gobierno que no lleva ni dos semanas el cargo y emanado de las urnas ya ha tenido que reconocer que no manda, que nuestro destino está en manos de extraños sobre los que no tenemos poder de elección. Los números nos juzgan y muy duramente, pero la responsabilidad de esas cuentas no son de quienes las van a pagar y a qué precio. Esos se van de rositas y con los deberes hechos, mientras los de siempre siguen a lo suyo. Y en el horizonte más recortes. Ni Cervantes lo hubiera escrito mejor.

¡Feliz 2013!

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