El ex Alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín y el ínclito y sagaz gestor donde los haya Guillermo Gutiérrez Crespo, ex vicepresidente de Tussam, entre otros cargos en su ya dilatada carrera a la sombra de la política, son dos de los más de treinta firmantes de una carta a la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, en la que piden que el próximo Congreso del partido se aplace hasta el mes de junio.
No es que Sánchez Monteseirín y Gutiérrez Crespo no tengan derecho a hacer peticiones al Comité Federal de su partido. Como militantes al día en el pago de la cuota tienen todo el derecho del mundo, incluso hasta opinar. Allá ellos si los tienen en cuenta.
Lo curioso del caso son las manifestaciones que contiene dicha carta que ambos suscriben. La carta es “abierta” y tras la correspondiente dosis de peloteo al que manda ahora en el aparato, es decir Rubalcaba, aboga por un debate no “nominalista”, porque “quien nos lidere poco importará si continuamos sin ofrecer respuestas claras, y desde los valores del socialismo democrático, a la ciudadanía”. Quién mejor que ellos dos para saberlo, obviamente. Si de algo saben estos dos es de socialismo y de democracia. No tener en consideración sus recomendaciones sería un verdadero suicidio político.
Alegan la premura en el tiempo como impedimento para tener una estrategia y un discurso propio y diferenciado, y para poder mantener “un diálogo abierto con la sociedad que nos permita recuperar la confianza de quienes dan inequívocas muestras de desapego ante una política y unos políticos que sienten, no representan sus intereses”. Ahí queda eso, parece como si estos dos hubiesen estado en Marte los últimos 12 años. De diálogo estos dos saben tela. No hay más que tirar de hemeroteca y comprobar lo “dialogantes” que eran las relaciones laborales en Tussam durante su mandato.
Continúan argumentando que las dos últimas derrotas apabullantes ante la derecha han sido perdidas por quienes ostentaban la mayoría y ponen de manifiesto “ese desapego ciudadano con nuestro partido” y “nos muestran con claridad que se esperan otras respuestas de quienes somos, o deberíamos ser, el instrumento de la sociedad española para plantar cara a quienes quieren terminar con el estado del bienestar y con conquistas democráticas que creíamos consolidadas”. Que se lo pregunten a los sevillanos, que volcaron sobre Juan Espadas, el candidato a la alcaldía que sustituyó a Monteseirín en Sevilla, todas las fobias y clamores que éste les hizo coleccionar durante sus doce años de mandato. Pero claro, él no perdió, el partido ya se había encargado de quitárselo de en medio mucho antes. Hubo quien dijo en su día que dolían más las zancadillas internas que los votos perdidos por el camino. Y puede que no le falte razón.
Solicitan un debate serio y en profundidad “que no puede ser mirando hacia dentro, haciendo debates nominalistas o sin afrontar con valentía el varapalo sin paliativos sufrido”, sino un debate abierto a la participación del conjunto de la militancia, con primarias para la elección de los secretarios generales a todos los niveles orgánicos y en la elección de los candidatos a las presidencias de gobiernos, comunidades autónomas y alcaldías. También abogan por la limitación de mandatos, de los que Monteseirín es el vivo ejemplo, un régimen de incompatibilidades y límites salariales para los cargos públicos. Algo que ellos en su día practicaron con demostrada probidad.
Además, apuestan por la reforma de las agrupaciones territoriales y la apertura a las nuevas opciones que ofrece la red, así como por la preponderancia de la economía productiva y de creación de empleo, la fiscalidad progresiva, la tasa Tobin y la participación en los costos de la crisis de bancos y grandes fortunas. Donde quiera que hayan estado estos dos desde que perdieron las municipales lo que está claro es que les han dado dos manos de socialismo puro. Fijo.
Finalizan el ejercicio onírico con una exigencia de medidas para la defensa de la democracia frente a la dictadura de los mercados, apostar por un socialismo internacionalizado y defender con la sangre el estado del bienestar como seña de identidad, demandando recuperar la bandera de la honradez y la honestidad y combatiendo “sin titubeos todo tipo de corrupción, venga de donde venga”. Ahí queda eso.
En fin, que este retorno de Monteseirín y Guillermo Gutiérrez, qué quieren que les diga, me ha cogido como se dice en cueros. Que éste no es el alcalde que en una docena de años dejó en la más absoluta ruina a las empresas municipales de Sevilla y demás entes dependientes de su Ayuntamiento. Que me lo han cambiado. Que ha debido estar recogido todo este tiempo en un seminario rojo allende las montañas y le han hecho un lavado de cerebro hasta convertirlo en una fiel fotocopia de Lenin. Mejor hacerle caso, que si no hasta se cabrea.
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