Allá por finales de marzo, el hoy Alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, se presentó ante los medios de comunicación con un ambicioso plan para salvar Tussam bajo el brazo. Hoy han pasado casi cinco meses desde que fue investido como máximo regidor de la ciudad y el plan, aunque no está desarrollado al completo, plantea tantas luces como sombras.
En aquella ocasión, Zoido apostaba por una reorganización de líneas para adaptar la oferta a la demanda y aumentar la frecuencia para comenzar la recuperación de tantos millones de viajeros como se han perdido.
Defendió una empresa pública con un servicio de calidad a la altura de las exigencias de los sevillanos, una plantilla altamente cualificada y con empleo estable, y una compañía saneada de los por entonces 106 millones de euros de deuda que la lastraban (en agosto anterior esa cantidad rondaba los 136 millones). Para ello abogaba por negociar un convenio con la Junta para refinanciar la deuda y por desarrollar nuevas fórmulas de negocio que propiciaran ingresos alternativos.
A día de hoy se han tomado algunas de las medidas anunciadas en el ámbito del saneamiento de las cuentas de la empresa, como la renuncia a la adquisición de la quinta unidad del tranvía. Y otras tendentes al intento de recuperar viajeros perdidos con anterioridad, como la reciente reorganización de las líneas. Aunque éste es un camino al que todavía le queda recorrido.
Además las negociaciones con los sindicatos con representación en la empresa de un plan de viabilidad, que pasa por un importante recorte salarial cercano al 5%, están muy avanzadas.
Sin embargo, ha habido otras medidas que lejos de eliminar gastos a la empresa los incrementan, como la práctica gratuidad del abono de la tercera edad obviando los criterios de renta (8 millones más de incremento del gasto) y la eliminación del requisito de empadronamiento en la ciudad para obtener el abono mensual.
En el plano estrictamente laboral, las relaciones han mejorado de manera considerable. Se anularon las sanciones por conflictividad laboral heredadas de la nefasta actuación del equipo anterior, con Arizaga a la cabeza, el colectivo de los eventuales tiene hoy serias esperanzas de empleo y estabilidad y el clima laboral ha vuelto a la normalidad con la salida del anterior gerente.
Aún así, Zoido todavía tiene frentes abiertos en los que aún no ha entrado y de los que nada se sabe. En paradero desconocido se encuentra la famosa auditoría que prometió en su día y que aclararía los orígenes de los 70 millones de euros de deuda que no corresponderían a la empresa, sino a transferencias de déficit realizadas por la anterior corporación. Tampoco de las presuntas responsabilidades que pudiera ocasionar el haber incurrido en esta práctica.
Otra cosa que aún queda por abordar es el prometido ajuste del personal directivo y altos cargos, así como la reducción de los desorbitados salarios de los que disfrutan, entre otros la recuperación de todos y cada uno de los euros que Tussam le está pagando al ya ex gerente Arizaga en su flamante cargo en la AIE DeSevilla. En este asunto es más que deseable que el alcalde muestre el mismo grado de dureza que anunció que tendría en la negociación con los trabajadores en su día. La coherencia obliga.
En lo relativo al por qué un gerente con unos resultados en la gestión tan nefastos como los presentados por Arizaga continúa cobrando todavía del erario público mejor nos olvidamos. Porque en ese asunto Zoido, a día de hoy, sigue comunicando.
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