Casi un 57% de los sevillanos no sabe todavía a quién votar o no quiere decirlo. Son los datos que se desprenden del último sondeo efectuado pro la empresa Commentia para Diario de Sevilla. El 28% se declara indeciso y el 23% no saben o no contestan. Todo un panorama.
Un tercio de los electores dice preferir al candidato del Partido Popular, Juan Ignacio Zoido, como alcalde. Pero la última palabra aún no ha sido pronunciada. Con esos porcentajes de indecisos aún hay partido. Y eso que casi todos los sondeos conocidos otorgan al candidato popular mayoría absoluta suficiente para gobernar.
Un dato que puede resultar clave es que cuatro de cada diez de quienes votaron PSOE en las elecciones anteriores piensan que Espadas debería ser el alcalde de Sevilla, lo que pone de manifiesto la desilusión existente entre el electorado socialista y, también, la decepción de buena parte de las bases en cómo están saliendo las cosas. La sombra del voto oculto o de castigo planea sobre el 22-M. Espadas es el preferido de sólo el 13,7% de los encuestados, una cantidad demasiado baja para las fechas que estamos.
Sin embargo, queda toda la campaña electoral por delante y el reto principal de socialistas será el movilizar a sus bases tradicionales. Los sondeos conocidos hasta ahora parecen indicar que Zoido ha tocado techo. Los 17 concejales que le otorgan son casi imposibles de superar, pero le bastaría para hacerse con el gobierno de la ciudad por mayoría absoluta.
Sólo la movilización masiva de los votantes socialistas podría dar al traste con la previsión de los sondeos y hacer posible la continuidad de la coalición de gobierno actual por otros cuatro años más. Parten con un obstáculo difícil de superar; el recelo de algunas agrupaciones que se han sentido marginadas en la confección de las listas. Hay quien vaticina que la movilización de los militantes para captar el voto indeciso no va a ser tan apabullante como otras veces. Forma parte de la manera que existe en el partido de saldar las viejas cuitas.
Pero también tienen un factor favorable; el empeño de Zoido en hacer una campaña ligth, con demasiadas concesiones a la galería y pasando de puntilla a veces por determinados problemas.
La pelea durante las próximas semanas va a ser a cara de perro. Se va a luchar en plena calle voto a voto. Sin embargo, no parece que las estrategias diseñadas hasta ahora por los diferentes partidos vayan a cambiar demasiado. Y tal vez ahí es donde radique el meollo del asunto. Si todo sigue igual, las intenciones de los votantes no van a cambiar demasiado y habrá que estar pendientes del nivel de abstención que se da. De momento la intención del voto en blanco duplica a la de los comicios anteriores –casi un 5% frente al 2,5% habitual-. Una papeleta difícil para unos candidatos que llevan prácticamente en campaña desde que comenzó el año. El papel de IU, con Antonio Rodrigo Torrijo a la cabeza, vuelve a ser determinante, porque a pesar de las vicisitudes mantiene a raja tabla la fidelidad de su electorado.
A pesar de que se trata de elecciones diferentes, en esta ocasión el resultado de las municipales puede ser determinante para las autonómicas que se celebrarán el año próximo y constituir la piedra de toque para el asalto del PP al poder en una comunidad donde no lo ha olido desde que se instauró la democracia. Los diferentes escándalos que están salpicando a la Junta y a los dirigentes socialistas son un escollo que a buen seguro continuarán impactando en la opinión pública hasta las mismas puertas de la campaña venidera. Pero el PP tampoco va a la saga en este aspecto. Las últimas revelaciones de algunos medios sobre la posibilidad de que la corrupción de la Gürtel apunte hacia Andalucía otorgan munición fresca a quienes hoy ostentan en poder en esa tierra. Y Javier Arenas, candidato a la presidencia de la junta de la Junta, está en el epicentro del huracán.
Ése será otro partido. Primero habrá que dilucidar el resultado del que se celebra esta primavera en la ciudad que todos ha calificado como clave en todas las elecciones en las que se dilucidará el signo del poder en el conjunto del país de la crisis que se llevó por delante a casi cinco millones de parados.
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