No hace demasiados días se debatía en todos los medios de la geografía nacional la peligrosidad que estaban alcanzando los niveles de contaminación en Madrid y Barcelona. Está claro que el modelo de vida que llevamos es ya prácticamente incompatible con una ciudad habitable y no perjudicial para la salud del ser humano.
Se han barajado diferentes medidas para combatirlo, aunque ninguna de ellas se ha llegado a poner en práctica en su plenitud. En Madrid, por ejemplo, el alcalde hizo un llamamiento para incrementar el uso del transporte público que cayó en saco roto desde antes de realizarse. Es más fácil trasladar las estaciones medidoras a lugares del extrarradio, menos contaminados, que asumir la valentía política de implementar medidas eficientes contra el fenómeno, aunque resten algunos votos.
No es nada nuevo para las grandes ciudades y en las grandes capitales europeas ya se han tomado incluso soluciones drásticas para combatirlo, algunas de ellas bastante impopulares, aunque finalmente han acabado aceptándose como necesarias y hasta recomendables.
En Sevilla, una de las medidas que se ha mostrado más efectiva para luchar contra la polución del aire y contra los efectos perniciosos de la concentración del tráfico ha sido el impulso de las peatonalizaciones. Monteseirín, que en otras cosas ha cometido errores memorables, puede apuntarse con razón el haber apostado con firmeza por ellas y haber navegado contra viento y marea hasta hacerlas una realidad de la que hoy nadie se arrepiente.
Aparte de los adversarios políticos, tan tendentes a oponerse a cuanto propone y lleva a efecto el rival, cosa por otra parte natural por aquello de la rentabilidad electoral, el mayor oponente con que se ha encontrado siempre este tipo de proyectos ha sido el conjunto de los comerciantes.
La puesta en marcha de las peatonalizaciones de calles emblemáticas y estratégicamente indispensables de la ciudad ha otorgado a la misma una variedad de experiencias que, a larga, han resultado positivas, incluso para quienes en principio se opusieron a ello. No hay que hacer demasiada memoria para rememorar la oposición inicial a peatonalizaciones como las de Tetúan, Avenida de la Constitución, Asunción, San Jacinto y el Altozano, por poner sólo algunos ejemplos.
En la mayoría de los casos, si no en todos, los vaticinios derrotistas y apocalípticos de los oponentes fueron derribados de un plumazo por la fenomenal acogida de los ciudadanos, a quienes les faltó tiempo para adueñarse de las calles y otorgarles una vida nueva mucho más activa y dinámica, con los consiguientes beneficios en todos los aspectos que ello conlleva para el total de la ciudadanía. Sevilla es hoy más que nunca de sus ciudadanos y esto es ya irreversible.
El futuro sostenible de las grandes ciudades pasa inexcusablemente por adoptar este tipo de medidas y restringir el acceso del tráfico rodado, actuaciones que están condenadas a extenderse hasta que nos concienciemos de que es del todo necesario un cambio de hábitos en lo que a movilidad se refiere. Sólo así el aire de la ciudad en la que habitamos será respirable sin poner en riesgo la salud.
Las asociaciones de comerciantes siempre han defendido al respecto una postura egoísta y poco solidaria con el resto de la ciudadanía. En ellos prima la defensa de un interés particular por encima del interés general, casi siempre con los puestos de trabajo que generan y quienes los ocupan como rehenes e instrumento de presión. Sus beneficios particulares se han antepuesto sistemáticamente a los de la ciudad.
Sin embargo, los comerciantes no pueden imponer al resto de la ciudadanía un modelo de ciudad por la fuerza. Tienen derecho a exigir que se den las máximas facilidades y alternativas para que sus negocios no se vean perjudicados, pero sin imposiciones y sin que ello signifique abandonar la implantación de un sistema sostenible y saludable para todos.
Es estupendo que dialoguen con cada uno de los candidatos sobre las relaciones del futuro gobierno de la ciudad con el comercio y les expongan las demandas del sector. Lo que resulta del todo inadmisible es que pretendan desmontar un modelo de ciudad que ha demostrado sobradamente que funciona y que, además, ha sido asumido como suyo por la mayoría de los ciudadanos que en ella habitan. Eso, además de pernicioso, sería de lo más antidemocrático que se despacha.
Muy bien, pues peatonalizemos Luis Montoto, la zona de los Arcos y Luis de Morales, sin olvidar marques de Pickman, haber si pueden con el lobby del Corte Ingles y del centro comercial de los Arcos. Si queremos una ciudad sostenible hay mas densidad de trafico y de contaminacion en esas zonas que en el centro de la ciudad.
ResponderEliminarAnónimo: no sé si peatonalizarlas enteras, pero medidas para restringir el tráfico y regular los aparcamientos salvajes que se dan en esas zonas que has mencionado, seguro que habría que tomarlas.
ResponderEliminarA no ser que el modelo de ciudad que queramos sea como las inmediaciones del Bar Jota, donde lo más habitual es la tripe fila, el atasco, la contaminación y el ruido, y todo por el loable fin de tomar una cerveza fresquita casi desde la ventanilla del coche.
Por cierto¡¡ Grego, ese famoso bar fue el precursor en su día junto con un taller de enfrente, de la campaña "NO AL CARRIL BUS " Con pegadas de carteles incluida. No debe de ser casualidad que en tiempos de Blas; no el de la fiesta de Formula V) de delegado de tráfico, a Luis Montoto no le metía mano nadie.
ResponderEliminar¿Crees que tendrá algo que ver con la afición del menda, al zumo de cebada y tener el JOTA a escasos metros de la oficina en el partido??
Gambrinus: a mí ya no me sorprende nada.
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