Ambos candidatos a la alcaldía de Sevilla, el socialista Espadas y el popular Zoido, coincidieron ayer en emplear unas horas de su tiempo de campaña para visitar a los niños más necesitados en los comedores sociales y regalarles juguetes y comida. Un detalle que les honra, pero que es a todas luces insuficiente para despejar algo tan importante como el futuro de esos y de otros muchos niños de la ciudad.
Hoy es la festividad de los Reyes Magos y estoy seguro que muchos de esos niños que esperan esta noche con ilusión renovada la cambiarían sin dudarlo porque algunos de los problemas que agobian a sus mayores se solucionaran de una vez para siempre.
A nuestros niños de hoy no les basta con ese concepto tan manido ya de la caridad cristiana. Valoran la solidaridad, pero no conciben el auxilio que se le presta a los necesitados como la solución a sus problemas más urgentes.
Si lo que se pretende es hacer un regalo de verdad a la chavalería de Sevilla, lo ideal sería desterrar de una vez para siempre esa lacra imperdonable de los más de setenta mil parados que soporta la ciudad. Algo que es un impedimento permanente a que generaciones enteras de sevillanos no dispongan de oportunidades para desarrollarse en condiciones de libertad y dignidad. Todos nuestros recursos deberían ser empleados en conseguir ese sagrado objetivo.
Si lo que de verdad se pretende es hacer más feliz la existencia de esas criaturas, lo ideal sería garantizarles una alimentación adecuada sean cuales sean las condiciones de vida en las que se vean envueltos, una vivienda digna donde poder crecer junto a su familia, disponer de unos servicios médicos adecuados, una educación gratuita y de calidad que les permita gozar de igualdad de oportunidades a la hora de afrontar la vida. En definitiva, garantizarles por ley todo cuanto recoge la Declaración de los Derechos del Niño. Esos son los mejores Reyes que se les podría echar.
Y eso sólo está en manos de los políticos, que son los elegidos por los ciudadanos para elaborar las leyes que permitan un reparto más equitativo de la riqueza, anteponiendo los intereses de esos niños a los de los propios partidos a los que representan. Los mercados que ahora mismo están gobernando nuestras vidas desde sus dictámenes fríos e impersonales no lo harán nunca. A ellos, los niños se la sudan.
Es cuestión de simple valentía y determinación. Son los políticos quienes tendrían que dar el paso adelante y tirar del carro, para que de una vez la noche de Reyes fuese de verdad una noche de ilusión y no de ilusos.
Y para ello es primordial que nunca un niño se tenga que ver obligado a asistir a un comedor social para subsistir, ni un político a visitarlos en campaña electoral en la antesala de una noche tan especial como esta. Ni siquiera para hacerse la foto de rigor.
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