Brandon Rhode, el estadounidense blanco de 31 años que intentó suicidarse el mismo día en que iba a ser ejecutado por el asesinato de Steven Moss y sus dos hijos, de 11 y 15 años de edad, el 23 de abril de 1998, ha sido finalmente ejecutado en Georgia, pasadas las diez de la noche del pasado 27 de septiembre.
Seis días antes, Rhode estuvo a punto de morir tras hacerse profundos cortes en los brazos y el cuello con una cuchilla, motivo por el que su ejecución se aplazó en varias ocasiones, pero al final los tribunales rechazaron detenerla.
A Rhode lo llevaron apresuradamente al hospital, ya que su vida corría peligro inminente porque había perdido la mitad de la sangre. Lo reanimaron, suturaron sus heridas y lo devolvieron a prisión.
Su abogado lo visitó la tarde del 21 de septiembre y se lo encontró amarrado a una silla de inmovilización, en la que sufría “fuertes dolores e incomodidad”, y con la cara “demacrada, pálida y amarillenta”.
Tras varias suspensiones y aplazamientos de la Corte Suprema de Georgia, el 27 de septiembre se llevó a cabo la ejecución por el procedimiento de inyección letal. Al equipo encargado de administrarla le llevó una media hora encontrar una vena en la que insertar la vía. Una vez que lo consiguieron, las sustancias químicas tardaron 14 minutos en matarlo. La muerte se certificó a las 10:16 de la noche.
Debe haber pocos hechos más estúpidos que salvar la vida de un hombre que decide privarse de ella para arrebatársela pocos días después.
Brandon Rhode se ha convertido en el preso número 40 ejecutado en Estados Unidos este año, y el número 1.228 ejecutado desde que se reanudaron los homicidios judiciales en el país en 1977. Georgia ha sido responsable de 48 de esas ejecuciones.
Fuente | Amnistía Internacional.
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