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28 julio 2010

Juan Espadas debe explicar su modelo de gestión para Tussam

Siempre he defendido desde las páginas de este blog –y cuanto más tiempo pasa lo tengo más claro– que lo sucedido en los últimos años con Tussam responde a una estrategia cuya finalidad es la destrucción progresiva de la empresa hasta la desaparición o su reducción casi al absurdo tras seis décadas de historia y de ser el emblema de la corporación municipal.

El cómo se ha producido el cambio de mentalidad necesario en los políticos responsables de la misma para pasar de defender a ultranza su carácter de servicio público de primera necesidad, a vilipendiarla a diario hasta hacerla aparecer ante la ciudadanía como la responsable de todos los males endémicos de la ciudad es algo que todavía se me escapa, así como las razones que han conducido a ello.

Pero lo que sí tengo claro es que esta metamorfosis degenerativa ha coincidido con un período temporal concreto: los tres mandatos consecutivos de Alfredo Sánchez Monteseirín como alcalde de la ciudad.

Hasta 1999, Tussam subsistía en un cómodo equilibrio presupuestario proporcionado por los contratos-programas que se firmaban periódicamente con el Ayuntamiento de Sevilla. Esta fórmula, hasta hoy la única capaz de dotar de estabilidad a una empresa marcada en exceso por su condición de servicio público, se demostró de una eficacia fuera de toda duda durante sus años de implantación y consiguió que la empresa fuera capaz de soportar los cambios que exigían los tiempos sin apenas contratiempos.

A partir de la llegada de Monteseirín a Plaza Nueva, los contratos-programas desaparecieron como por ensalmo y la gestión de Tussam, más que al gerente de turno, pasó a ser competencia del político que en cada caso el alcalde ponía al frente de la misma, siempre bajo su supervisión y con su beneplácito. Tan sólo cabría reseñar aquí la honrosa excepción de la gerencia de Teófilo Beltrán Serrano, un hombre de dilatada experiencia empresarial, que intentó implantar en la empresa un estilo más moderno y adecuado a los tiempos y que se topó con la incomprensión y oposición de los políticos, lo que condujo a su marcha apenas un año y medio después de haber tomado posesión del cargo.

Ha sido durante esta década larga cuando se han producido las decisiones catastróficas que han llevado a Tussam al borde la quiebra, cuando no a la más absoluta de las ruinas.

Primero embarcando a la empresa en la construcción de unas nuevas instalaciones valoradas en su momento en algunos miles de millones de las antiguas pesetas. Después dilapidando su patrimonio de una manera descarada y absurda, sin que produjera ningún beneficio para las depauperadas arcas de la compañía; se pierden 41 millones de euros que una constructora iba a abonar por los terrenos de las antiguas cocheras en Ramón Carande y se malvende el Edificio de Diego de Riaño, además se renuncia de una forma más que misteriosa al porcentaje de acciones que la empresa poseía del Metro de Sevilla. Todo ello sin que en las cuentas se produzcan los ingresos equivalentes a los desembolsos efectuados, o a las cantidades dejadas de percibir.

Pero lo que definitivamente le ha dado la puntilla a las depauperadas cuentas de la empresa ha sido la construcción del penúltimo capricho del alcalde, el Metrocentro, que ha lastrado sus arcas de manera casi definitiva con una losa que supera los cien millones de euros. Ese lastre descomunal ha terminado por hundir la empresa.

Lo difícil de comprender en todo este embrollo es que se pueda estar de acuerdo con la política del alcalde de impulsar un medio de transporte alternativo, sostenible y limpio, pero no en la forma de llevarlo a cabo y, sobre todo, en la manera de elegir quién soporta el peso de la inversión necesaria para su puesta en marcha. Porque Tussam, técnicamente, no estaba capacitada para soportar una inversión de tal calado sin poner en peligro su propia supervivencia como empresa. Y esto se sabía de antemano. Por eso pienso que responde a una estrategia determinada.

La última prueba de que esta estrategia existe y está perfectamente planificada es el hecho de que, a las fechas que estamos, ningún trabajador de Tussam ha cobrado todavía la Paga Extraordinaria de Julio, cuando ya lo han hecho todos los empleados del Ayuntamiento y los de las demás empresas municipales. Al parecer, desde que Arizaga se hizo cargo del cotarro –otra desgracia más para la viabilidad de la compañía– lo que jamás había sucedido en Tussam se ha tornado en permanente realidad.

¿Por qué esa manera de cebarse con casi mil quinientos empleados?, ¿Por qué siempre tiene que ser el mismo patito feo?, ¿Acaso Lipasam, los bomberos o la policía local no son igual de deficitarias o más? ¿A qué viene esa fijación del gobierno municipal con su empresa de transportes urbanos? No son fáciles de encontrar las respuestas a estas simples preguntas.

En estos días, Juan Espadas, candidato socialista a la alcaldía de Sevilla en las próximas municipales, anda preparando lo que va a ser su precampaña electoral. El eslogan elegido es “Contigo Sevilla”, aderezado con un lema que reza “Nuevas ideas, nuevos proyectos” encaminado a desligarse de la gestión polémica de su antecesor en los últimos años. Espadas todavía no ha entrado en materia, entre otras cosas porque está a falta del visto bueno del federal a su candidatura.

Pero cuando al fin decida hacerlo, Espadas tendrá que dejar muy clarito y cuanto más alto mejor si en esa Sevilla "con él" tiene cabida una compañía que forma parte de la historia de la ciudad y de qué manera. Tiene que explicar con claridad si las mil quinientas familias que viven de esta empresa tendrán una salida coherente y con sentido común a la situación que están viviendo o si se verán solas y abandonadas a la hora de afrontar su futuro y buscar alternativas, como ha venido sucediendo hasta ahora.

Entre otras cosas, porque Sevilla, que es como El Álamo para el PSOE en las próximas municipales y autonómicas, tiene derecho a saber si el alcaldable socialista piensa continuar con la política de destrucción masiva de la empresa puesta en práctica por su antecesor o está dispuesto a abordar el problema con un enfoque nuevo y abierto a diferentes perspectivas.

A todo el que trabaja en Tussam le va la vida en ello.



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