Una historia rocambolesca, digna de la más alta escuela surrealista.
Un descerebrado que intenta destrozar una imagen de las más veneradas de Sevilla, una obra de arte con siglos de historia que sólo por ese detalle se merece todo el respeto de quien la contemple, sin entrar en otras consideraciones, sea de la creencia que sea. Un tipo que dice ser lo que la imagen representa, o lo que es lo mismo, que debía ser él, en carne y hueso, quien estuviera encima del pedestal que asaltó con salvaje violencia recibiendo la veneración de los fieles.
La gente indignada, presa de un odio espontáneo y colectivo, que intenta abalanzarse sobre el individuo para tomarse la justicia por su mano. Lo normal cuando son los sentimientos y las creencias quienes se sienten violentados y rigen el raciocinio humano.
Menos mal que hubo algunos con sentido común que pusieron lógica en el revuelo. Un policía de paisano, hermano de muchos años de la cofradía, que lo arresta y lo conduce a la sacristía para alejarlo de las ansias de revancha del grupo, y que da las gracias porque “parece que el señor me pidió que estuviera allí” y un costalero de la hermandad que fue el primero en darse cuenta e intentó reducirlo y que afirma que lo hizo “por el Señor”, porque “Él quería que lo hiciera así".
Es más que posible que el perturbado atacante le deba la vida a estas dos personas que aportaron algo de cordura en unos momentos difíciles y complicados.
De por medio un gorrilla con contrato indefinido en la plaza donde está ubicada la capilla, que blande un cúter y pretende despachar al atacante de un sólo tajo, sin confesión ni juicio previos. Memorable.
Al final, afortunadamente, todo ha quedado reducido a un acto incomprensible en un momento de enajenación de un presunto perturbado mental.
Menos mal, porque en esta adorable ciudad algunos asuntos tienden a tomar una trascendencia más allá de la propia realidad de los hechos. Eso sí, los medios están haciendo su agosto con el tema, que lo cortés no quita a lo valiente.
Para que luego digan que Sevilla no es la mejor novela.
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