Eva, la estudiante que está en huelga de hambre en la Plaza Nueva de Sevilla en solidaridad con Aminetu Haidar, es una compañera de clase de la Facultad de Comunicación de Sevilla que está a punto de licenciarse en periodismo, como yo.
La decisión que ha tomado Eva la respeto profundamente, aunque no soy nada partidario de las huelgas de hambre, mientras exista la posibilidad de otras huelgas más eficaces.
Pero sí me quedo con el mensaje que Eva nos manda a todos desde su gesto solidario y solitario.
La solidaridad hubo tiempos en que se ejercía de manera habitual, sobre todo entre trabajadores. Incluso existe un tipo de huelga largamente perseguida que se conocía por “huelga de solidaridad” y que se llevaba a cabo para apoyar a otros trabajadores en luchas que se extendían en el tiempo sin que se lograran avances. Hoy está prácticamente en desuso. Los únicos que se atreven a proponerlas todavía son los sindicatos anarquistas.
Tras el gesto de Eva vislumbro una actitud activista real en los tiempos del imperio de la red. La solidaridad virtual está muy bien y a veces se consiguen logros importantes, como se demostró hace bien poco con el manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet.
Pero las violaciones de derechos, los abusos y las injusticias donde suceden es en el mundo real y es allí donde debemos mostrar nuestra solidaridad, no sólo adhiriéndonos a un grupo en Facebook o utilizando un hashtag en Twuitter. Debemos extender nuestra solidaridad y nuestras acciones de protesta a la vida real para hacer valer nuestros derechos y debemos hacerlo cuanto antes.
Si no, Internet no dejará de ser para los poderosos ese mundo fantástico, esa Disneylandía virtual, que les divierte pero que es incapaz de causarles el menor problema.
2 comentarios:
¡Es encomiable la ilusión de los jóvenes por combatir las miserias de este mundo! En sus ojos brillan prístinas la justicia y la solidaridad. La pena es que envejecemos y las cataratas nos nublan la vista.
Anónimo: no seas pesimista, hombre. Algunos envejecemos y conyinuamos con la misma ilusión casi que al principio.
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