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19 octubre 2009

Japón ejecuta enfermos mentales


Hakamada Iwao es un japonés de 73 años que lleva los últimos 40 años de su vida en un corredor de la muerte de Japón, acusado de un delito que podría no haber cometido. Fue interrogado durante 20 días sin acceso a un abogado e hizo una confesión de la que después se retractó y a pesar de ello fue condenado a muerte.
El confinamiento en soledad durante tanto tiempo hizo que Hakamada Iwao comenzara a mostrar los primeros síntomas de enfermedad mental, confirmada después por un informe médico de 2006.
En Japón, las personas condenadas a muerte no saben la fecha de su ejecución hasta pocas horas antes de la misma y sus familiares después de la misma. Cada mañana puede ser la última para ellos, y esta incertidumbre y las condiciones inhumanas de los corredores de la muerte japoneses aumentan la ansiedad y la angustia que conducen después al desarrollo de trastornos mentales.


A Hakamada Hideko, hermana de Hakamada Iwao, su hermano le estuvo enviando cartas desde la cárcel hasta 1991, año en que dejó de escribirlas. En los últimos 15 años se han visto de forma intermitente, ya que él ha rechazado visitas por períodos de hasta 12 meses.
El vídeo (aquí una versión con subtítulos en castellano) es una declaración de Kumamoto Norimichi, que fue uno de los tres jueces del Tribunal del Distrito de Shizuoka que condenó a Hakamad Iwao a la horca en 1968. Kumamoto se mostró en desacuerdo con sus colegas y renunció a su puesto poco después. Desde entonces dice sentirse muy culpable de haber tenido que condenar a un inocente.
Hoy en día hay en Japón 102 personas que no saben si serán ejecutadas ni la fecha de su posible ejecución, a pesar de que la pena de muerte a personas con enfermedades mentales está prohibida por las leyes internacionales.
Aún así, Japón sigue practicando un hermetismo en lo referente a su sistema de pena de muerte que hace imposible conocer el número exacto de personas con enfermedad mental que han sido ejecutadas o están condenadas a muerte. El Gobierno no permite acceder a ellos y las peticiones de Amnistía Internacional son denegadas constantemente.
Japón junto con Estados Unidos son los dos países altamente industrializados que mantienen y aplican la pena de muerte. El método utilizado es la horca y entre los ejecutados hay personas con enfermedades mentales.
Si quieres, puedes firmar esta petición de Amnistía Internacional a las autoridades japonesas para que detengan las ejecuciones de personas con enfermedades mentales


4 comentarios:

Regina Castejon dijo...

Gregorio, la ejecución es terrible, la pena de muerte, no deberia existir, y no saber cuando será debe ser una tortura diaria. Que una persona, viva durante un largo periodo bajo la amenaza diaria de una muerte inminente es cruel e inhumano, imagino la ansiedad y angustia que deben pasar, minuto tras minuto. Es terrible. Saludos cordiales

Gregorio Verdugo dijo...

de interés: es de una crueldad excesiva, como morir un poco cada mañana en la angustia de que cualquier día será el definitivo.

Niko dijo...

Que esperais que a los asesinos les den una palmadita en la espalda y le digan venga reinserción y luego lo vuelvan a hacer o expien su abominable crimen en vida, eso es una falacia y un aplauso indirecto a los asesinos, la vida es muy valiosa sobre todo la de los inocentes se os llena la boca hablando de derechos humanos como si estos fueran un cheque en blanco,los derechos están regidos por la contrapartida del deber y uno como persona tiene el deber de dejar vivir y respetar la vida si no cumples con el deber ya has perdido tu derecho a vivir, yo felicito a Japón por este su sistema punitivo y ojala en España haya algún día algo así.

Niko dijo...

Que se jodan, cuando cometieron los execrables asesinatos por los cuales cuales fueron conducidos a la pena capital sabían muy bien lo que hacian, los derechos humanos de lo que tanto habla amnistía están regidos por una contrapartida del deber, tu tienes el deber de respetar la vida y de dejar vivir si no lo haces ya has perdido ese derecho,o esque ahora va a resultar que la vida del asesino es menos digna que la de la víctima cruelmente arrebatada.