Que pensarías de un tipo que en los albores de su vida, allá por los treinta, se muestra favorable a Benito Mussolini y se afilia al Partido Nacional Fascista (PNF), pero que cuando llega a España como corresponsal de guerra civil critica ferozmente en sus crónicas la intervención italiana.
Pues ése era Indro Montanelli, gran periodista italiano del siglo pasado que escribió crónicas de la Segunda Guerra Mundial, entrevistó a Hitler, Churchill, De Gaulle y Pío XII, entre otros, y que fue detenido y condenado a muerte por los fascistas por un artículo sobre los amores del Duce con Clara Petacci.
Este tío se mostró tan contrario a que el Partido Comunista de Italia (PCI) alcanzase el poder coaligado que se dedicó a pelear por el voto para la Democracia Cristiana (DC) desde los párrafos de sus columnas. Incluso sufrió un atentando por parte de las Brigadas Rojas que estuvo a punto de costarle la vida. Lo que no le impidió que, además de iniciar una campaña contra el terrorismo nada más recuperarse, personara y estrechara la mano de sus atacantes, algunos años más tarde, durante una visita a una exposición organizada por los reclusos de la cárcel donde cumplían condena.
Se definía a sí mismo como liberal conservador, pero rechazó el nombramiento de Senador que le ofreció Francesco Consiga porque creía que el periodista tenía que ser absolutamente independiente. Tampoco su ideología declarada le impidió manifestarse favorable a la eutanasia y denunciar la mezquindad de los particularismos.
Cuando dejó Il Corriere, por causas de conciencia, fundo Il Giornale Nuovo, al que tuvo que salvar Berlusconi con su entrada como accionista. Sin embargo, cuando éste decidió dar el salto a la política, tras más de tres lustros trabajando juntos, abandonó el periódico antes que someterse a los dictados del imperio de las mama chicho.
Era por, encima de todo, un periodista implacable con el poder, que sentía pasión por la verdad y que acabó declarando que la izquierda, a la que acabaría otorgando el voto en las elecciones italianas de 2001, “enarbola una bandera que tarde o temprano volverá a encontrar un ejército”.
Su forma de entender y ejercitar el periodismo sentó estela, en especial sus crónicas desde el extranjero, sus columnas políticas y su encomiable empeño en divulgar la historia italiana.
El esbozo de su vida viene a colación, porque Gonzalo Peltzer, de cuyo he tomado la fotografía que ilustra el post, nos regaló ayer esta perla del artículo de su autoría “Empresa, periodismo y política” publicado en La Vanguardia, el 4 de octubre de 1989.
"El núcleo del equívoco está en considerar los papeles impresos independientemente de quienes los escriben, como si para un periodista de un medio privado fuese obligatorio e inevitable servir los intereses de su empresario y para un periodista del sector público servir los intereses del partido que lo gestiona. Falso. La independencia de un periodista depende únicamente del periodista. Quien quiere hacerse respetar puede hacerse respetar: conozco muy pocos editores de periódicos, privados o públicos, que se atrevan a enzarzarse en una guerra con un periodista de carácter y que goce de un cierto crédito ante la opinión pública. Esta es la verdadera garantía de su independencia, no este o aquel aspecto empresarial de la editora. Público o privado, el patrón –salvo rarísimas excepciones– quiere hacer de patrón. Es el periodista quien ha de impedírselo. Y si quiere, puede hacerlo".
PD: En la foto se encuentra tecleando una crónica con una máquina portátil en mitad de una calle de Budapest, ajeno al estrépito de los combates cercanos.
Gracias, Gonzalo por rescatarnos estas joyas.
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