Están de moda los tópicos, no hay duda, hasta tal punto que quien tiene necesidad de ellos se los inventa con la misma facilidad que elabora una receta de cocina.
Uno de los más logrados es que “la cultura de la gratuidad, extendida de la mano de Internet, puede acabar afectando también a la calidad”. Lo escribe Milagros Pérez Oliva, defensor del lector del diario El País. O no, digo yo. También puede hacer que la calidad aflore donde antes se pensaba que no existía nada. Que yo sepa no hay ningún estudio que certifique que gratuidad haya de ir ligado a ausencia de calidad obligatoriamente.
Me preocupan aún más las afirmaciones que hace a continuación sobre el posible cambio en el modelo de negocio de la prensa.
“Un modelo de información totalmente gratuita por Internet supondría una cambio de modelo (Ahí le has dado). El periodismo pasaría a depender totalmente de los anunciantes. El actual equilibrio se invertiría. Si la publicidad se convierte en el principal o el único sostén de la información, los medios pueden perder su independencia (…)”. Los paréntesis son míos, obviamente.
Primera cuestión de libro, ¿los medios son independientes, dónde y cuándo? Me lo expliquen.
Al referirse al equilibrio actual como modelo idóneo nos pretende contar el cuento chino de que la dependencia del poder establecido al alimón con la de los anunciantes es el estado ideal para la prensa. Y no le falta razón, para la prensa que conciben ellos es imposible, por lo que se ve, otro estado de cosas.
Así, como dice Gonzalo Peltzer en su columna, podemos financiar periodismo de calidad con anuncios de prostitución, que queda muy mono y acorde con la más inmemorial ética periodística.
La única conclusión clara que he sacado de la lectura del artículo es que el defensor del lector de El País trabaja para el medio y no para quienes pretende defender, porque hay cosas que son injustificables, por muchas vueltas que se le quieran dar.
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