Inmediatez y participación, éstas parecen ser las premisas básicas sobre las que se asienta el nuevo periodismo y una de las pocas esperanzas a las que aferrarse que tiene la profesión en los duros tiempos que corren. La información como producto social y elaborado por todos.
¿Dónde quedan entonces las buenas historias? Donde han estado siempre; en las fuentes, a la espera de la mano de nieve que sepa arrancarlas.
Sólo que la historia ha de volver al sitio de donde procede, a la gente -y no morir en una página oxidada de papel impreso- para que la gente la enriquezca y la transforme, para que se profundice en su contenido, se amplíe su horizonte narrativo y no se pierda jamás aquella vieja máxima de que las historias pertenecen a la memoria colectiva y han de transitar su vida propia. Los autores han de resignarse a que no son los dueños de las historias, porque una historia sin alguien que la escuche y a su vez la cuente de nuevo deja de serlo de inmediato.
La primera misión del periodista debe ser crear memoria.
2 comentarios:
La prensa del corazón debería tener también esos principios... creo.
P. Vázquez: o dejar de existir, a secas.
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