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16 marzo 2009

Los medios tradicionales se hacen golpistas

Imagen: La otra TPA


La desesperación hace estragos en los medios tradicionales. La disminución de lectores, la consiguiente pérdida de ingresos publicitarios, la sucesión de quiebras y cierres de cabeceras y los efectos de la crisis están provocando reacciones antes impensadas e impropias de quienes han sido los baluartes de la libertad de expresión e información. Hasta tal punto es así que incluso algún osado se atreve a proponer medidas descabelladas y fuera de lugar.

Ya no se limitan a pedir descaradamente el auxilio del todopoderoso Estado para subsistir, aunque eso signifique menos independencia para la prensa, sino que algunos, como David Carr en el New York Times, exigen directamente la ejecución de un golpe de estado de los medios tradicionales contra la red. A la vejez golpistas, lo que faltaba.

Lo que propone Carr no es otra cosa que un frente común de los medios que convierta las ediciones on-line de los mismos en un sistema de pago, todos juntos y sin deserciones. Una locura suicida en pleno reinado de la Sociedad de la Información. Inclinar el Estado de Derecho hacia mi flanco para recoger todos los beneficios. Porque en realidad, más que de información de calidad, se trata de eso; pura y simplemente beneficios monetarios.

No habla Carr del papel decisivo de las fuentes, ni de la interacción de los medios en la red con blogs y redes sociales, de la que se nutren buena parte de las noticias que engrosan sus páginas web, para nada.

Tampoco se pronuncia sobre lo que dicha medida supondría en cuanto a la imposición de una línea editorial determinada y la vuelta al férreo control de los contenidos por parte de los consejos de redacción. No interesa hablar de eso, no conviene hablar de información. Sólo de negocio, de mercantilismo.

Los viejos medios se vuelven hacia los viejos errores que consiguieron desbancarlos como baluartes de las democracias occidentales y los sumaron en la mayor crisis de credibilidad de toda la historia del periodismo. Los viejos medios nunca cambian, por más palos que les den.

Ellos no escuchan los datos ni las tendencias, no quieren escucharlos, están harto de dolores de cabeza. Pero si se dejan guiar por la desesperación del momento, conseguirán que la deserción se pronuncie y ya tienen un problema futuro, de difícil solución desde estos planteamientos, con la forma de informarse que han elegido las nuevas generaciones, los nativos digitales.

Mejor no estudiar los nuevos planteamientos de un periodismo de calidad que sea capaz de resucitar a la profesión periodística y de paso a la prensa. Nada acerca de lo que planteó en Huesca, entre otros, David Beriain sobre el periodista como marca y el tratamiento de la información como un proceso continuo y en trasformación. Nada sobre la brillante teoría de Juan Varela sobre el periodista como red social, uno de los pocos respiraderos que le quedan a la profesión.

Los medios tradicionales se aferran al suicidio de la inmediatez y descartan las soluciones creativas que sean capaces de redimir al periodismo, porque están tan ciegos que no se han dado cuenta aún de que el problema de mayor envergadura no son los ingresos inmediatos, sino el conflicto que se arrastra desde hace años con los intereses de los lectores.

A obcecados no les gana nadie.

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